Anécdotas Aeronáuticas
Ernesto Miguel Burga Ortiz
¿Cómo podríamos calificar a una serie de eventos similares que se dieron en años sucesivos y en fechas sucesivas? ¿Karma? ¿Destino? ¿Coincidencia?
La voz del cadete de Servicio General sonó extraña, algo había
diferente, la rutina había sido la misma de todos los días, los cadetes ingresaron
al comedor en absoluto silencio y ocuparon sus lugares, detrás de sus sillas
- ¡Tomar asiento los cadetes! – todos apartaron su silla , se sentaron y acomodaron
esperando la siguiente orden, lo raro fue que todo se desarrolló en un extraño y
anormal silencio, no se escuchó el entrechocar de las sillas que era lo usual cuando
los cadetes se sentaban
-¡Servirse! – la autorización se escuchó claramente,
los cadetes se pusieron las servilletas sobre las pierna, casi todos cogieron el
pan y lo partieron, no obstante no se escuchó el habitual tintineo de los cuchillos,
tenedores y cucharas, y es que ese día se había producido un grave acontecimiento,
una bomba no hubiera causado menos efecto. Había fallecido el Brigadier General
del Batallón de Cadetes en un accidente de vuelos, la noticia corrió como reguero
de pólvora, los cadetes estaban anonadados, desorientados. Una escuadrilla de cuatro
aviones T – 6 había estado practicando vuelo en formación y haciendo diversas maniobras,
hasta que en determinado momento el piloto guía ordenó formación en columna para
hacer ejercicios de flexibilidad; el cadete de cuarto año Guillermo Del Castillo
ocupaba la posición de número 4, es decir el último de la formación. Nadie vio cuando
se accidentó; se supone que en algún momento el avión entró en situación de pérdida
de sustentación que el piloto no pudo superar. Fue el primero de los “accidentes
de abril”.
Corría el año 1957 y ese día, 17 de abril, en el Comedor de Cadetes
de la Escuela de Oficiales se escuchaba, como un zumbido de abejas, el rumor de
las conversaciones de los comensales
Estaban ya terminando de almorzar cuando
se escucharon las pisadas presurosas de alguien que se acercaba trotando por el
Patio de Honor, pronto apareció un cadete con uniforme de vuelos que se dirigió
directamente al cadete de tercer año que estaba de Servicio General, al que le dijo
algo que parecía ser urgente, de inmediato se hizo un silencio expectante
- ¡Cadete Carrera! – el aludido se puso de pie - preséntese de inmediato al
Departamento de Vuelos, lo están esperando para que vuele en el primer turno
Mientras se dirigía la cuadra para ponerme el equipo de vuelo iba pensando -
¿Primer turno? a mí no me toca primer turno, el que está programado es el “Mono”
Artadi, seguro hay una equivocación – No obstante no era momento de darle vueltas
al asunto sino de cambiarse y llegar lo más pronto posible al Departamento de Vuelos
Al llegar encontró a su instructor, el capitán Rudy Echegaray Fajardo
-¡Qué pasó Carrera, te estoy esperando! – no parecía molesto pero le llamó la
atención que lo llamara por su apellido, pues casi todos los oficiales lo llamaban
“Johnny” ya que era miembro connotado del equipo de básket, que tantas satisfacciones
estaba dándole al equipo de la Escuela.
- Seguramente ha habido un cambio
en la programación, mi capitán, porque yo no estaba programado en el primer turno
– le respondió
- Bueno, ya estamos aquí, anda recoge tu paracaídas y chequéalo
bien, te espero en el avión Nº 234 – esa era una recomendación que siempre les hacía
a sus alumnos, haciendo hincapié en una frase motivadora escrita en una pizarra
colgada en la pared, sobre los paracaídas, que rezaba:
Cuando llegó a la
línea de los AT-6 el capitán Echegaray lo estaba esperando al pie del avión - había
colocado su paracaídas, de asiento, en el puesto del instructor, el posterior.
- A ver Johnny, el año pasado hiciste los cursos primario y básico, pero
como has estado de vacaciones tienes que hacer un vuelo de reentrenamiento y salir
solo nuevamente ¿Qué zona de trabajo y altura nos han asignado?
-
La zona
4E, y 7,000 pies, mi capitán
- Muy bien, esa es la zona de Punta Negra. Vamos
a hacer algo de acrobacia y luego dos maniobras relacionadas entre sí: control de
pérdida de sustentación y recuperación de tirabuzones – hizo una ligera pausa
- Mi capitán… ¿Y el pre vuelo?
- Muy bien que te preocupes, ya lo
hice ¿Puedes decirme por qué son importantes y necesarias estas dos maniobras, y
por qué en ese orden?
- Porque si la maniobra de acrobacia está mal hecha
el avión puede entrar en pérdida de sustentación, y muy probablemente en tirabuzón,
mi capitán
- Correcto, esa es la razón, vamos a repasar las maniobras que
vamos a hacer – a continuación procedió a darle una explicación detallada de lo
que esto implicaba. Terminadas las explicaciones subieron al avión
- Muy
bien, arranca y procede como si estuvieras solo - Taxearon hasta la cabecera del
campo y decolaron
Al llegar a la zona designada hicieron un par de virajes
de 360 grados para alcanzar los 7,000 pies, la altura de trabajo.
- Muy
bien, yo la tengo – dijo Echegaray tomando el control del avión - lo primero que
hay que hacer es “despejar el área” para asegurarnos que no haya otro avión en las
inmediaciones - Echegaray inclinó el ala, primero a un lado, luego al otro, bajó
la nariz del avión iniciando un pique y continuó describiendo lo que estaba haciendo
– Iniciamos descenso para alcanzar la velocidad…..- Carrera lo seguía en los mandos
atento a las indicaciones
Cada maniobra que hacía el instructor era repetida
por Carrera, contento porque apenas si le habían hecho un par de observaciones para
corregir pequeños errores
- Johnny, ahora vamos a hacer tirabuzones, primero
a la izquierda; vamos a dar tres vueltas y debemos salir apuntando al Morro Solar,
yo primero – diciendo y haciendo el instructor inclinó el avión hacia un lado y
luego hacia el otro - para asegurarse que en el área no hubiera otro avión en su
trayectoria - en todo momento va describiendo lo que está haciendo – Levantamos
la nariz para disminuir la velocidad, suavemente – la aguja del velocímetro empieza
a retroceder y en pocos segundos se percibe una vibración - ¿Sientes como el avión
empieza a temblar? Está entrando en pérdida de sustentación – hunde a fondo el pedal
izquierdo, a la vez que reduce el acelerador, el avión entra en tirabuzón y empieza
a girar a la izquierda con la nariz hacia abajo. Una, dos, tres vueltas, hunde el
pedal derecho y coloca la palanca de mando al centro y hacia adelante, el avión
deja de girar y el capitán nivela los pedales, levanta suavemente la nariz del avión
hasta alcanzar la línea del horizonte con las alas niveladas, aumenta la potencia
e inicia el ascenso hasta volver a los 7,000 pies
- ¿Viste cómo es la maniobra?
Muy bien, ahora tú –Carrera repite la maniobra, tal como le había enseñado, hasta
terminar nuevamente en los 7,000 pies
- Muy bien, ahora vamos a hacer un
tirabuzón a la derecha, vamos a dar tres vueltas y salir apuntando al Morro Solar
–nuevamente procede a despejar el área, hunde el pedal derecho y repite los pasos
anteriores. El avión entra nuevamente en tirabuzón, una, dos, tres vueltas, aplica
el pedal izquierdo para compensar la rotación pero el avión sigue girando, cuatro,
cinco, seis vueltas y el avión no reacciona, continúa girando, siete, ocho, nueve
vueltas, el avión vibra violentamente, parecía que en cualquier momento el tablero
de instrumentos se iba a desprender
- ¡Salta, salta! ¡Cuidado que se te
enrede el paracaídas! – su voz sonaba muy tensa pero no asustada, parecía tener
la situación bajo control, aunque la realidad era otra.
No había tiempo
para indecisiones, se ajustó el gorro de vuelos y bajó los lentes para protegerse
los ojos, se soltó las amarras y, muy agazapado, puso los pies sobre el asiento.
Aunque el paracaídas y los giros que daba el avión le dificultaban mucho los movimientos
consiguió hacer correr la cúpula y la cabina quedó abierta; puso el pie izquierdo
sobre el carril y con las dos manos, una en el borde del parabrisas y la otra en
el borde de la cúpula corrediza se impulsó fuertemente por el lado izquierdo del
avión, que era el lado contrario al giro. Mientras caía hubiera querido tirar inmediatamente
de la manija para abrir el paracaídas, pero recordó las palabras finales de su instructor
- ¡Cuidado que se te enrede el paracaídas! Sabía que se refería al peligro de abrir
el paracaídas antes de tiempo, porque este se enredaría en la cola del avión, como
muchas veces había sucedido. Controlando su angustia mientras daba volteretas en
el aire, mentalmente contó 101 – 102 – 103 – 104 tomándose el tiempo necesario para
alejarse del avión. Tiró de la manija de apertura del paracaídas y se preparó para
el tirón que se produciría al desplegarse la campana de seda, pero no sucedió nada,
seguía dando volteretas descontroladamente ¡No se abre! - pensó; soltó la manija
que aún mantenía aferrada y con las dos manos trató de ayudar a que se despliegue
el paracaídas, no supo si eso ayudó en algo a la apertura, pero en ese momento sintió
el tirón salvador que le indicaba que la campana estaba abierta - ¡Al fin! - pensó
aliviado.
La visión de la blanca cúpula de seda sobre su cabeza le dio,
infundadamente, una cálida sensación de seguridad. Recuperado de los angustiosos
segundos vividos, infructuosamente trató de ubicar el paracaídas de su instructor,
al no verlo comprendió que había decidido no saltar. Casi inmediatamente vio que
el avión, que continuaba cayendo, había dejado de girar y estaba recuperando la
posición horizontal, pero su alegría duró poco, la máquina impactó en el mar
Reaccionando a la terrible escena que acababa de presenciar se concentró en
su situación, era inevitable que cayera en el mar de manera que se preparó para
salir lo mejor librado posible, esperó a estar a la altura que juzgó adecuada para
librarse del paracaídas y evitar que la campana le cayera encima y lo envuelva,
de ser así, casi con certeza, se ahogaría. Apenas tocó el agua infló su chaleco
salvavidas, se hundió un poco pero inmediatamente el chaleco lo sacó a la superficie,
recién entonces se percató de lo embravecido que estaba el mar. Estaba a sólo unos
cien metros de la playa, no parecía mucho y pensó que no sería difícil salir, pero
la corriente no le permitía avanzar; en la playa se habían juntado muchas personas
y algunas trataron de entrar para ayudarlo pero desistieron por la fuerza de la
reventazón. Impotentes le gritaban y hacían señales que Carrera no entendía; como
no conseguía progresar pensó que tal vez pudiera salir corriendo una ola, se puse
boca abajo con los brazos pegados al chaleco tratando de que una ola lo lleve a
la orilla, pero fue inútil, varias veces creyó que lo conseguiría pero la resaca
era muy fuerte y lo volvía a jalar lejos de la orilla. Había transcurrido casi 15
minutos en esa lucha, que por momentos parecía iba a perder, cuando vio que se formaba
una ola enorme, casi tres veces el tamaño de las anteriores y entonces se preparó
para lo que pensó sería su última oportunidad, exhausto tomó el máximo de aire que
le fue posible invocando a la Virgen del Perpetuo Socorro “Virgencita, no me abandones,
en ti confío, sálvame”
Cuando la enorme ola reventó, arrastrándolo en su
incontenible recorrido, sintió como si una mano de fuerza inimaginable lo hundiera,
se sintió como un juguete, indefenso, impotente ante la violencia de la turbulencia
que lo zarandeaba inmisericorde; trató de mantenerse boca abajo por si tocaba fondo,
fueron segundos interminables luchando por su vida. Agotado como estaba sentía que
le faltaba el aire y que los pulmones le iban a reventar, pero sabía también que
estaba entre la vida y la muerte, mentalmente se decía “Aguanta, aguanta, mantente,
sigue derecho, aguanta” súbitamente su cara rozó la arena del fondo y luego el revolcón
al ser varado; en cuatro patas, tosiendo y escupiendo arena trató de ponerse de
pie y salir del mar, pero este no lo soltaría tan fácilmente, la resaca lo empezó
a arrastrar nuevamente y Carrera creyó que no lo lograría, con terror se dio cuenta
de que no podía evitar ser arrastrado nuevamente hacia el mar, - Estoy perdido – pensó,
casi resignándose a su suerte, cuando manos desconocidas lo arrastraron hasta la
playa alejándolo del peligro. Estaba salvado. Mentalmente elevó una oración al cielo
“Gracias Madre mía, he vuelto a nacer”
Muy pronto apareció otro avión, tal
vez algún vecino del balneario vio el accidente y avisó a Las Palmas, u otro piloto
se percató del suceso, nunca lo supo, era otro AT-6 que pasó zumbando en vuelo rasante,
Johnny hizo señales con el chaleco salvavidas y el avión respondió con alabeos indicando
que lo habían visto. Se sintió aliviado por estar a salvo y al mismo tiempo acongojado
por la muerte de su instructor, el hombre que aun en el momento de peligro supremo
pensó primero en la seguridad de su alumno, dándole un último consejo antes de enfrentar
su destino ¡Cuidado se te enrede el paracaídas!
Minutos después se escuché
el motor de un avión, se trataba de un Stearman que dio una vuelta sobre el sitio
y rápidamente aterrizó, el biplano se detuvo después de un recorrido en tierra increíblemente
corto. El piloto, en el asiento delantero, era el mayor Gabriel García Calderón,
del asiento posterior descendió el teniente Carlos Zapater; la gente inmediatamente
se aglomeró alrededor del avión
- Johnny ¿Cómo te encuentras, tienes alguna
lesión, te duele algo?
- No mi teniente, estoy bien, el avión entró en …
- No te preocupes, después hablaremos - procedió a ponerle su propio paracaídas
y a amarrarle los arneses del asiento posterior; de inmediato el mayor García Calderón
decoló con destino a Las Palmas. Casi mecánicamente Carrera miró la hora, las agujas
se habían detenido a las 3:05 pm”.
Este accidente causó gran revuelo y tuvo una difusión extraordinaria,
porque tanto Adolfo “el Mono” Artadi, el cadete inicialmente programado, como Juan
“Johnny” Carrera eran cadetes muy populares, ambos eran compañeros de promoción
y estrellas del equipo de básquet de la EOFAP. Carrera, poseedor de gran don de
gentes era, además, gran cultor de la marinera como lo fue su padre, don Juan Manuel
Carrera Del Corral, gestor del Día de la Canción Criolla. Los comentarios iban dirigidos
especialmente a su buena suerte al salvarse de un accidente en un vuelo para el
que no estuvo inicialmente programado.
Los testigos del accidente concuerdan
en que el capitán Echegaray ya había conseguido dominar al avión, las alas estaban
niveladas y la nariz ligeramente hacia arriba, y que en los segundos postreros hizo
un movimiento, a todas luces exprofeso, para desviar el avión evitando caer sobre
las casas. En reconocimiento al heroico acto del capitán FAP Rudy Echegaray Fajardo,
y para perennizar su memoria, la comuna de Punta Negra le ha erigido un busto y
le ha puesto su nombre al Centro Educativo Escolar Nº2067 y anualmente lleva a cabo
una ceremonia cívico patriótica de conmemoración.
Juan Manuel Carrera Ballesteros
continuó exitosamente su carrera, retirándose con el grado de Teniente General FAP
El 18 de Abril de 1958, se produciría el tercero de “los accidentes
de abril”. Con el deseo de hacer las cosas con calma y sin apuro, el cadete de tercer
año Mario Muñiz Ortega se encontraba en la línea de vuelos media hora antes de lo
programado, había ido temprano para verificar la programación y hacer el pre vuelo
del avión, luego se sentó en la cabina a esperar que llegara el capitán Salvador
Barrios, listo para arrancar el motor, había transcurrido casi diez minutos cuando
se acercó al avión un suboficial que trabajaba en el Departamento de Instrucción.
- ¿Cadete Muñiz?- la pregunta era retórica porque el suboficial conocía perfectamente
de quien se trataba
- Sí, dime
- Mi cadete, usted no puede volar
- ¿Qué? ¿cómo que no puedo volar? ¿por qué? - Muñiz estaba entre preocupado
y sorprendido
- Mi cadete, le falta completar las horas en el simulador
- No importa, después las completo
- Le falta una hora y media y el chequeo,
mi cadete ¡No puede volar!
- Sí, pero yo…bueno – disgustado tuvo que aceptar
lo que el suboficial le había dicho
- ¿Y quién va a volar entonces? – Muñiz
se sintió aliviado cuando supo la razón de que lo desembarquen, a la vez que frustrado
porque reconoció, para sí, que era su responsabilidad el no haber cumplido con ese
requisito previo
- Al cadete Barbero no le tocaba volar, pero se le ha programado
porque como usted no puede
El cadete Muñiz vio cuando llegaban, juntos,
el capitán Salvador Barrios, que laboraba en el Departamento Militar de la Escuela,
y Barbero, su compañero de promoción. Antes de que transcurriera una hora el cadete
de tercer año Miguel Barbero Ganoza estaba muerto. El accidente fue muy similar
al protagonizado el año anterior por el cadete Carrera, ahora en cuarto año, solo
que esta vez el resultado había sido diferente. Haciendo una práctica de recuperación
de tirabuzones el avión no salió de la maniobra, el capitán Barrios le ordenó al
cadete que se lance en paracaídas y este así lo hizo; tal parece que por la tensión
del momento que estaba viviendo el cadete abrió demasiado pronto el paracaídas,
cuyo velamen se enredó en la cola del avión arrastrándolo consigo. Ese fue el tercero
de “los accidentes de abril”, ocurridos los días 16 de abril del año 1956, 17 de
abril del año 1957 y 18 de abril del año 1958. El 19 de abril del año 1959 no voló
ningún avión de la Fuerza Aérea.
Nota del autor.- Juan “Johnny” Carrera Ballesteros hizo una descollante trayectoria profesional, alcanzando el grado de Teniente General.
¿Quién paga el taxi?
Un poco más avanzado el año se produciría otro accidente que tuvo
algo de gracioso, el cadete de tercer año Antonio Mikulak Pérez, de la misma promoción
de Carrera, estaba volando de regreso a Las Palmas cuando súbitamente se detuvo
el motor de su AT- 6, no llegó a reportar su emergencia pero desde la torre de control
lo vieron descender detrás del mamelón de San Juan, cerca de Las Palmas, inmediatamente
se dio la alerta, la ambulancia salió a la mayor velocidad posible haciendo sonar
la sirena, de la torre de control llamaron a los aviones que se encontraban volando,
lamentablemente ninguno se encontraba cerca, el primero en llegar, casi media hora
después, fue otro AT – 6
- Torre, el avión parece estar en buen estado…hay
mucha gente alrededor pero no veo al piloto
- Repita ¿no ubica al piloto?
- Repito, no veo al piloto, la gente hace unas señales que no entiendo, parecería
que me indican que me vaya…no entiendo, voy a hacer otro pasaje
- Torre-
volvió a llamar el piloto - he pasado cuatro veces y no veo señales de vida…aunque
la cabina está vacía
- Confirme ¿no hay señales de vida?
- No veo
señal alguna ni al piloto…
- Regrese a Las Palmas y aterrice
“Yo estaba
con una gripe muy fuerte y me tocaba hacerme colocar una inyección, pedí el permiso
correspondiente para abandonar el Pabellón de Cadetes y me encontraba en la Plaza
de Armas de Las Palmas dirigiéndome a Sanidad, cuando noté un inusual movimiento
en la Prevención de la Base…
El motivo del alboroto era que el cadete Antonio
Mikulak, mi compañero de promoción, había llegado en un automóvil, llevando consigo
su paracaídas y sin un rasguño
- Oye Miku ¿Cómo se te ocurrió dejar el avión
y venirte en taxi?
- Y qué querías que haga pues Maha, estuve espera y espera,
y no llegaban más que peones y en eso veo que aparece un taxi que se detuvo al ver
el avión
- ¿Y qué hiciste?
- Hablé con el chofer y le dije que me
trajera, que aquí le iban a pagar ¿le habrán pagado? lo único que falta es que me
descuenten de mi propina”
(Mayor General FAP Alex Mahamud Ubillús)
¡Libre el dos!
Ese año, 1965, como todos los años, los alféreces recientemente
nombrados al Grupo Aéreo Nº8 pasaban las de Caín para lograr que un piloto instructor
los calificara de copilotos, en tanto no se hiciera evidente que hacían falta para
ocupar las plazas de los nombrados a otra unidad.
En cierta oportunidad hubo
un alférez, recién llegado, que andaba rogando por conseguir instructor, pero los
días transcurrían y no lo conseguía; un día de esos, durante el almuerzo, oportunidad
en que se juntaban prácticamente todos los oficiales de la base, salió el tema a
colación
- No seas tonto, si aquí en el 8 no consigues instructor ándate
a SATCO
- ¿A SATCO? ¿Tú crees? Ahí no conozco a nadie
- ¡No importa,
hombre! Pregunta, no pierdes nada preguntando
- Pero ¿A quién? No conozco
a los pilotos de SATCO
- Mira, ese capitán que está saliendo es buena gente,
lánzate, lo más que puede pasar es que te diga que no
- ¿Tú crees, cómo
se llama?
- No me acuerdo – el interlocutor sonreía – pero es buena gente
¡Anda!
Dicho y hecho, nuestro “copiloto” suspendió su almuerzo, dejó la servilleta
sobre la mesa y se fue tras él, dándole alcance en la oficina
- Permiso
mi capitán – la voz sorprendió al capitán, que lo miró extrañado
-
Sí, alférez,
en qué lo puedo servir – El proyecto de copiloto le preguntó tímidamente
- Mi capitán, sabe, quiero pedirle un favor
- Claro, dime qué necesitas,
en qué te puedo ayudar - el capitán, pensando que sería algo personal empezó a tutearlo
para darle confianza al alférez
- Mi capitán, necesito que me dé instrucción
para copiloto, hace días que busco y no consigo instructor – el alférez aprovechó
para mirar el cartelito con el nombre del capitán, que lo miró en silencio por unos
segundos, luego levantó el brazo y miró su reloj de pulsera
- ¿Es tu primer
turno?
- Sí mi capitán – El capitán, que mantenía el brazo levantado para
mirar la hora, cogió el reloj con la mano contraria, miró fijamente el reloj por
un par de segundos
- ¿Ya diste examen de la ingeniería del avión?
- Sí mi capitán, y también he completado las seis horas de simulador
-
Ah,
muy bien, espérame en el avión, en 45 minutos estoy ahí, anda haciendo el plan de
vuelo
- ¡Gracias, mi capitán! – El “copiloto” salió de la oficina apurado
y sonriente ¡Pucha qué suerte, tenía razón mi pata, qué buena gente que es el capitán!
Dos horas después, cuando el sol estaba ya cayendo, pasó cerca del avión un
oficial que estaba de servicio
- Oye ¿Qué haces aquí?
-
Estoy esperando
al capitán Cannon
- ¿A Percy Cannon, para qué?
-
Me va a dar instrucción
para copiloto
- ¿Quéé’? - Ja Qué Ja….Ja Ja Ja ……- ¡Oye!.... ¿No has visto
que cuando entra al comedor y alguien le dice “Libre el dos” Cannon responde ¡Libre!
¿Y enciende el ventilador de techo? ¿Te has dado cuenta?
- Sí … miii …
- el
alférez se sonrojó temiendo escuchar lo que en efecto escuchó.
-
No es piloto,
cojudo, es de Finanzas.
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