Anécdotas Aeronáuticas

Ernesto Miguel Burga Ortiz

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El Pabellón de Cadetes, un edificio con frente a la plaza de armas de la Base Aérea Las Palmas, alberga al Batallón de Cadetes compuesto por alrededor de 250 cadetes, más personal administrativo. La puerta principal está ubicada en la parte frontal y, adyacente a ella, se ubica la Prevención; a continuación, en desnivel más bajo, el Patio de Honor; exactamente al lado opuesto se ubica el comedor.

El mes de abril, mes de cambio de estación, regalaba eventualmente días soleados como si continuara el verano, días en que el ánimo de los cadetes era más alegre, entusiasta, y este era uno de esos días. Las actividades de rutina se administraban mediante toques de timbre; tres toques era el “preventivo” avisando que en cinco minutos, mediante un solo toque, llamado “ejecutivo”, se iniciaría la actividad programada para cada año.

A la 12 y 25 en punto sonó el toque preventivo llamado a formación para pasar rancho; los cadetes empezaron a aparecer, unos calmadamente, otros más apurados, todos dirigiéndose hacia la puerta del comedor, ante la cual esperarían el toque ejecutivo para correr a formar, excepto los cadetes de cuarto año que formaban corrillos en el lugar en que formarían. A las 12 y 30, sonó el toque ejecutivo, los cadetes corrieron en tropel y en instantes quedaron formados, en silencio e inmóviles, excepto algunos del cuarto año que continuaron hablando en la formación. El brigadier de la sección los mandó callar, pero no le hicieron caso, continuaron murmurando; el brigadier les llamó la atención por segunda vez, logrando un éxito parcial, aun se escuchaban algunos cuchicheos.

Frente a la formación estaban el Brigadier General y el Cadete de Servicio General

- Brigadieres ¡Parte! – ordenó el Brigadier General.

De inmediato los brigadieres verificaron sus efectivos y luego, uno a uno, ponían en la posición de atención a su respectiva sección para, a continuación, dirigirse al paso ligero hacia el Brigadier General

- Tercer año, efectivos …, descuentos, dos cadetes de vuelos, disponibles…- y así sucesivamente segundo año, primer año y aspirantes.

En la sección de cuarto año se notó que el brigadier, un cadete becado, nicaragüense, hablaba con un compañero, lo cual no era raro porque era el momento en que el brigadier se informaba de la situación de los ausentes, aunque esta vez se demoraba más de lo usual

- Cuarto año ¡apúrese con el parte! – urgió el Brigadier General

El brigadier aludido puso a la sección en atención y se dirigió a dar parte, luego regresó a su posición en la formación, al costado de la primera línea de la formación, reiniciándose el casi imperceptible intercambio de palabras con el anónimo compañero. Terminado el parte, el Servicio General, encargado de consolidar la información, tomó posición frente al Brigadier General, mientras de la sección de cuarto año parecía provenir un persistente murmullo

- Mi cadete, parte del Batallón de Cadetes, efectivo … - al terminar de dar el parte el Servicio General retornó a su posición al costado del Brigadier General

- ¡Batallón…desfilar al comedor! - Guillermo Martínez, Brigadier General, casi no había terminado de dar la orden cuando se escuchó la voz del brigadier de cuarto año

- ¡Firmes (excepto) con cuarto año! – el silencio se hizo casi palpable, el Brigadier General tenía autoridad suficiente hasta para dejar sin salida franco a todo el Batallón de Cadetes, tal era su autoridad, y alguien se había atrevido a contravenir su orden. Los evangelios por los suelos.

- ¡Batallón, desfilar al comedor! – Martínez había repetido la orden, y nuevamente se escuchó la voz en abierta insubordinación al Brigadier General

- ¡Firmes con cuarto año! – era un claro desafío, los más de 250 cadetes del batallón estaban rígidos como estatuas ¡era algo insólito, inaudito! Si antes hubo un silencio total, ahora parecía que se materializaba. Martínez descendió con paso calmo los dos peldaños de la puerta de la Prevención y se dirigió hacia la sección de cuarto año; como todos los cadetes, Martínez calzaba botines de grueso cuero y sus pisadas sobre el piso de cemento se escuchaban claramente; no dijo una sola palabra, un cabezazo y una ceja rota pusieron fin al incidente; igualmente, sin decir palabra, con paso calmo volvió a su puesto frente al Batallón de Cadetes. Todo había vuelto a la normalidad.

- ¡Batallón…desfilar al comedor! – esta vez no hubo voz que contradijera la orden del Brigadier General. Sección tras sección el batallón se puso en movimiento, las pisadas de los cadetes eran más fuertes que nunca, parecían hasta furiosas, mientras dos cadete acompañaban a la enfermería al cadete de la ceja rota. Nunca apareció un oficial. La máxima autoridad era el Brigadier General.


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