Anécdotas Aeronáuticas
Ernesto Miguel Burga Ortiz
"Un piloto de helicóptero le hace una pequeña broma
a un piloto de caza,
al que no le gustó, haciendo obvio que cada especialidad
tiene sus sutilezas,
no necesariamente compartidas por las otras especialidades”
El día estaba espléndido, cielo azul, viento regular; iba de regreso
a Lima después de 18 días de comisión y estaba en hora para terminar de repostar
sin apuro en El Milagro, campamento del ejército; el personal del “Eco Papa” (EP),
como de costumbre, me dio todas las facilidades de apoyo tanto para mi “fierro”
como para la tripulación en general.
Decolé antes de las once de la mañana
con destino a Chiclayo, que siendo una base aérea estaba seguro que no tendría demora,
podría además aprovechar el tiempo de recarga para almorzar algo ligero. Cruzamos
el cuello de Porculla con poca turbulencia y estando Chiclayo cada vez más cerca,
más optimista estaba, ese último tramo fue casi un paseo; nos aproximamos a la plataforma
de la base y nos parqueamos siguiendo las indicaciones del señalero y, mientras
efectuábamos los procedimientos finales, se acercó una camioneta; yo pensé que era,
otra vez, mi homónimo el “Chino” Burga, pero no, era otro oficial.
- Buenos
días mi capitán, bienvenido al Grupo Aéreo 6
- Hola, buenos días ¿Qué novedades
en tu galpón? - le dije haciendo alusión a la figura de un aguerrido gallo de pelea
que lucen en su insignia
- El coronel le ha enviado la camioneta para que
se presente en su despacho
- Muy bien, vamos ¿Sabes para qué?
- No
, mi capitán
Yo estaba intrigado pues es de reglamento presentarse al Comandante
de la Unidad y no es de rutina que te envíen al oficial ayudante para cumplir con
este protocolo, había pasado de la euforia a un estado de preocupada curiosidad
¿Qué querrá? ¿Enviar algo importante, algo personal? Ya veremos.
En el trayecto,
mientras nos dirigíamos a las oficinas, no pude menos que sonreírme recordando la
oportunidad en que, al igual que ahora, en la parada técnica durante un vuelo de
retorno a Lima, apareció una camioneta conducida por el “Chino” Burga, cuando lo
vi bajar pensé -Vaya, esto es cortesía, seguro viene a preguntarme si necesito algún
apoyo, pero enseguida vino la sorpresa
- ¡Buenos días, mi mayor! - Saludé
alegremente a mi homónimo, al tiempo que me cuadraba
- ¡Hola flaco! ¿Qué
tal tu vuelo? – me contestó con amabilidad
- Tranquilo, mi mayor, el tiempo
está bueno y la cordillera tranquila, voy a llegar a Lima a la hora de almuerzo
- Qué bien, seguro estás regresando después de un par de semanas – hizo una
pausa – Dime ¿Fuiste a la fiesta de año nuevo?
- ¡Claro, mi mayor!
Fue en Las Palmas y estuvo buenísima, nos hemos jaraneado hasta el amanecer,
con aguadito y todo ¡Buenaza!
- Qué bien, me alegro por ti, porque ¿Sabes?
Yo no fui, estuve aquí en Chiclayo ¡Y me han descontado la entrada! – Una
vez más la homonimia había causado esa pequeña confusión.
La camioneta se
detuvo a la puerta de la oficina del coronel y procedí a bajarme, mientras el oficial
que me había ido a recoger me miraba curioso, sin entender cual era el motivo de
mi silenciosa risa
- ¡Permiso para ingresar, mi coronel!
-
Adelante , pasa - el coronel se puso de pie, al tiempo que me extendía la mano para
saludarme
- Buenos días, mi coronel
- Hola, buenos días, toma asiento
¿Cómo estás, cuántos días de comisión?
- Casi tres semanas , mi coronel,
pero estoy en buena hora para llegar a Lima - me miró como sorprendido y luego de
un par de segundos me dijo
- Cómo ¿No te han dicho nada de Lima? - Ahora
el sorprendido era yo
- No mi coronel, sucede que estando en vuelo se ha
roto la antena del HF y no tengo comunicación mas que con las torres , en VHF
- Bueno, no hay problema; te vas a quedar un par de días aquí para hacer un
trabajito sencillo y de paso te cambiamos la antena - me quedé medio desconcertado
– como sabes, la próxima semana tenemos un ejercicio de tiro con munición
real, así que quiero aprovechar tu helicóptero para inspeccionar el polígono
- Muy bien mi coronel - dije, ya resignado; total, no era la primera vez que
me hacían empalmar con otra misión a la inicialmente asignada, que era trasladar
el helicóptero a Lima
- Listo, coordina con el comandante del escuadrón
los detalles, hasta mañana – y dio por terminada la conversación.
Al día siguiente, a las diez en punto de acuerdo a las coordinaciones estuve listo
en mí “fierro”, un par de minutos después llegó el Comandante del escuadrón, con
overol de vuelos, guantes a la mano y brillantes anteojos Ray – Ban para el sol,
la cristina mas ladeada de lo normal y caminando como si le ajustaran los lustrosos
zapatos de corfan, estuviera escaldado o pisando huevos, vaya uno a saber, con un
aire sobrador que llamaba la atención.
- Hola flaco ¿En esta vaina vamos
a ir al polígono?
- Buenos días mi comandante, sí, en este helicóptero -
mal empezamos, pensé
- ¿No se va a desarmar, no? Porque esta vaina tiembla
como batidora - y se carcajeó como si hubiera dicho lo más gracioso del
mundo - Este ya se está pasando, pensé yo.
- No se preocupe, mi comandante,
todo está bien, no se preocupe - parece que el tono de mi respuesta no le
gustó, especialmente cuando hice énfasis al decirle por segunda vez “no se
preocupe”, pero bueno, qué miércoles, el piloto soy yo
Me ajusté el correaje
de seguridad y continué con los procedimientos de arranque; el comandante hizo lo
propio y, muy suelto de huesos, colocó sus manos en los controles y los pies en
los pedales, como tomando el mando de “mi” helicóptero
- Mi comandante ¿ha
volado antes en helicóptero? En los mandos quiero decir
- Dale nomás, esta
vaina es “papaya”
- Bueno mi comandante, por si acaso, los mandos son bastante
sensibles y cuando se aumenta la potencia hay que........- no me dejó continuar,
me miró con aire de conmiseración
- Si, si, ya sé, los pedales y eso ¡Caza
nomás! - ¿Caza nomás? ¡Espérate!
Debo reconocer que con eso ya me entró
el malsano deseo de ponerlo en su sitio y hacerlo quedar en ridículo ¿Caza, nomás?
Ahora te quiero ver.
- Mi comandante, primero yo voy a poner al helicóptero
en vuelo estacionario, y usted me sigue en los mandos, y después yo lo sigo a usted
¿De acuerdo?
- Ya , bueno, ya ; tanto misterio con esta vaina - y dale con
lo de “vaina”, ya vas a ver
Con mucho, mucho cuidado, puse el helicóptero
en vuelo estacionario, los varios cientos de horas voladas en este tipo de helicóptero
me permitía controlarlo hasta en sus mínimos movimientos, y esta vez sí que me esmeré,
se elevó con un suave movimiento vertical, casi con delicadeza, la nariz no hizo
el menor intento de girar, no se movió un centímetro; luego, siempre con especial
cuidado lo posé en tierra, el contacto fue prácticamente imperceptible
-
¿Vio mi comandante? Es cuestión de hacerlo con suavidad, ahora yo lo sigo
a usted
- Listo, yo la tengo - dijo sonriente, y luego, repitiendo las palabras
y el tono que yo había empleado anteriormente - ¡No te preocupes! - Ah
caray, pensé ¿Este se las sabe todas? ¡Espérate nomás!
Como era de esperarse,
sin ninguna experiencia, la nariz del helicóptero le giró hacia la derecha, ascendió
bruscamente y tuve que intervenir, aunque la situación no era de peligro; en cuanto
tomé los mandos el helicóptero se quedó quieto como por encanto, luego lo llevé
taxeando y, haciéndome el tonto, lo puse frente a la línea de aviones, por supuesto
que a una distancia más que prudencial
- Mi comandante, no se ponga duro,
relájese, es cuestión de hacer las cosas con suavidad, nada más, sin ponerse duro
¿Ve usted? ¡Con suavidad! - Le dije con tono displicente, mientras el helicóptero
permanecía inmóvil, como una estatua – Ahora usted, mi comandante, suave nomás,
mire - esta vez hice hincapié en el “suave nomás”
Tomé la palanca de mando
con sólo dos dedos y maniobré para hacerlo subir y bajar un poco sin que la nariz
se moviera en absoluto; le di los mandos y el helicóptero empezó nuevamente a bambolearse
y a avanzar hacia los aviones; nuevamente intervine y el helicóptero se detuvo,
esta vez más cerca de los aviones; le di los mandos por segunda vez y nuevamente
el bamboleo y el acercarse más y más a los aviones, hasta una distancia que debió
parecerle ya muy corta, pero no intervine aun pese a los bruscos movimientos
-
¡AGÁRRALA TÚ! - Dijo levantando la voz, al ver que seguíamos acercándonos
a los aviones, esta vez ya bastante cerca; el helicóptero continuó avanzando bamboleándose
y cada vez más cerca por efecto del sobre control que el comandante, con
los ojos muy abiertos, ejercía sobre los mandos, pero no intervine de inmediato
dejando que se sancoche en su propio jugo.
Y ahí fue cuando, con
mi comentario final “metí la pata”
- Mi comandante, lo único que se necesita
es ser suave con los mandos de “esta vaina”, mire......... ¡¡ Caza nomás!!
Diciendo y haciendo, puse el dedo índice verticalmente sobre la palanca de mandos
y con ese solo dedo mantuve al helicóptero suspendido, inmóvil, como sujeto por
mano invisible; el comandante volteó a mirarme, medio sudoroso, y comprendí por
su mirada que el jueguito había sido excesivo, antes de que hablara supe que estaba
muerto, y así fue.
- Decola nomás ¡¡¡....&%%&%%$%%.......!!! ¡¡¡Tienes
cuatro días por cachoso!!!
Y aunque eso de “cachoso” no figura en el reglamento
ni en el diccionario, igual me “empujó” los cuatro días de castigo. Creo que no
le gustó la broma.
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