Anécdotas Aeronáuticas
Ernesto Miguel Burga Ortiz
Fue una época agitada y de cambios vertiginosos, la búsqueda del
petróleo en plena selva amazónica, donde el casi único medio de transporte es mediante
embarcaciones diversas que navegan por los ríos y sus interminables curvas; la búsqueda
del ansiado oro negro implicaba una serie de actividades de apoyo directo e indirecto
que se conjugaban entre sí en procura de una sola meta: encontrar y extraer petróleo;
había compañías cuyos esfuerzos estaban dedicados a la exploración sísmica, otras
a instalación de campamentos y sus servicios, otras más a la perforación, etc.,
lo que se traducía en el empleo de gran volumen de variadísimo material, lo que
requería una significativa cantidad de personal y consecuentemente en gran esfuerzo
logístico.
La compañía Occidental tenía sus oficinas administrativas y logísticas
en Iquitos, desde donde abastecía de personal y material diverso a “Teniente López”,
el principal campamento en el interior, el personal era transportado por vía aérea
y la carga por río por medio de chatas, cuyas cubiertas quedaban casi a ras del
agua; en época de creciente la navegación no presentaba mayor dificultad porque
el caudal permitía cumplir con los plazos previstos, otro era el cantar en época
de vaciante porque al bajar el caudal a veces las chatas, embarcaciones de poco
calado pero de gran capacidad de carga, quedaban varadas en los bancos de arena,
entonces era necesario emplear incluso helicópteros.
Desde “Teniente López”,
a orillas del río Corrientes, mediante helicópteros del Grupo Aéreo 3 se distribuía
el personal y el material requerido en los diferentes puntos de operación, desde
combustible para los motores en los pozos de perforación hasta víveres frescos.
Mejor dicho, todo. El esfuerzo logístico era ininterrumpido, un día de paralización,
por el motivo que fuera, representaba la pérdida de cientos de miles de dólares.
La cabina del MI-8, sin recubrimiento interior, parecía multiplicar
el ruido que producían los ramalazos de lluvia al impactar en su superficie metálica,
la turbulencia, que por momentos era más intensa, se alternaba con prolongados lapsos
de calma para luego, inesperadamente, samaquearlos con regular intensidad; era de
noche y la mortecina luz azulada de la cabina de pasajeros les daba un aspecto fantasmagórico
a los dos hombres que estaban sentados juntos, uno al lado del otro en los asientos
laterales; Uno que era alto y con cabello castaño y ensortijado parecía ser piloto
pues vestía overol de vuelos, anaranjado con manchas que parecían ser de camuflaje,
en tanto que el segundo era de menor estatura cabello negro y lacio y vestía uniforme
de mecánico de indefinible color obscuro. Un tercer hombre, solitario, estaba sentado
en el lado opuesto de la cabina; obeso y calvo, de cuello corto y nariz algo prominente
estaba embutido en ropa civil y algo desaliñado
La noche, sin luna, era
negra como la tinta y el gordo, visiblemente nervioso, con frecuencia se ponía de
pie y, tambaleándose, iba de una a otra de las redondas ventanillas escudriñando
a través del plástico sin lograr ver otra cosa que el lejano resplandor de los rayos;
de rato en rato encontraban turbulencia algo más severa, entonces se cogía fuertemente
de su asiento y cerraba los ojos hasta que volvía la calma.
Aprensivo miraba
con insistencia a sus compañeros de viaje sentados frente a él, cabeza con cabeza
parecían hacerse confidencias, o tal vez discutiendo algo que solamente ellos parecían
saber, le preocupaba ver que cuando encontraban lluvia y turbulencia uno movía los
brazos y luego se cogía con fuerza al borde del asiento, en tanto que el otro ponía
la cabeza sobre las rodillas y se cubría con los brazos y, aunque no era necesario
disimular la voz por el ruido de la lluvia y motores, a veces se hablaban al oído,
y eso lo ponía más nervioso, mil ideas le corrían por la mente - ¿ Por qué no le
decían nada a él ? Eso le daba muy mala espina, se suponía que ese par tenía experiencia
en estas cosas y sin embargo los veía muy nerviosos y cuchicheando entre ellos ¡Algo
está sucediendo y no me lo quieren decir!
Decidió que, en cuanto hubiera
calma iría a la cabina de los pilotos y preguntar, tal vez le darían alguna información,
el comportamiento de sus dos acompañantes no era normal - ¿Por qué estaban tan nerviosos?
¡Algo malo debe estar pasando! - Trató de abrir la puerta de la cabina, pero desde
adentro la cerraron bruscamente sin darle opción a nada. Regresó a su asiento más
preocupado y nervioso que antes.
Después de unos minutos, cuando creía que
ya había pasado la tormenta, volvía a escuchar los ramalazos de lluvia chocando
contra el fuselaje, y nuevamente ese movimiento que le hacía sentir mariposas en
el estómago ¡Y ese ruido infernal de la lluvia! - ¿Cuándo terminará este martirio?
- Nuevamente se puso de pie temiendo que se repitan esos movimientos que lo tenían
al borde de las náuseas, necesitaba saber qué estaba pasando y, sin dudarlo, se
dirigió nuevamente a la cabina de los pilotos, trató de abrir la puerta forcejeando
un poco porque estaba con seguro por dentro, del otro lado se percataron de su intento
y la puerta se abrió
- Hola ¿Otra vez por aquí?
Mejor anda atrás, siéntate y amárrate – El gordo estaba diciéndole algo al piloto
cuando entraron nuevamente en lluvia y turbulencia, por lo que de inmediato regresó,
a trompicones, a su asiento, aunque no se libró de un buen coscorrón en el marco
de la puerta.
- ¿Qué te pasa Miguel? ¡Tranquilo,
la cosa no es tan grave! - El larguirucho piloto, con gesto dramático, le puso las
manos en los hombros, - Tú sabes cómo es esto de volar con mal tiempo en la selva
- ¿Te parece que es peligroso? – Miguel tenía cara
de preocupación y su nerviosismo era evidente; el piloto de overol con camuflaje
y el mecánico que lo acompañaba, cruzaron una mirada indefinible
- De eso estábamos hablando ¿Nos has escuchado? – La pregunta estaba demás dado
el ruido que había en la cabina, pero su rostro lo decía todo, el ceño fruncido
y los labios apretados eran gestos por demás expresivos que denotaban su preocupación
- No, no…. no los he escuchado pero díganme nomás,
ustedes me conocen, saben que…que. - Ya sabía yo que era peligroso volar de noche,
ojalá no sea nada grave, con esta lluvia quien sabe… - continuó hablando para disimular
su temor – Muchachos, ustedes saben que tengo muchos años de experiencia, díganme
nomás…
- Bueno, estábamos analizando la situación
porque estamos en la zona de Intuto y en esta zona siempre tenemos problemas con
los instrumentos, y ahora con mal tiempo es más difícil todavía
- ¿Problemas, qué clase de problemas? - Miguel, con los ojos muy abiertos, trataba
de no perderse una palabra – Pueden decírmelo nomás, yo… - Ya sabía yo que íbamos
a tener problemas, algo me lo decía...- Su inquietud se acrecentaba
- Mira, lo que pasa es que de noche, no sé por qué, a veces las emisoras colombianas
interfieren con la señal de Iquitos y la aguja del radiocompás se desvía, creemos
que lo hacen a propósito… no sabemos…, la cosa es que la aguja direccional nos da
una dirección falsa y sabe Dios hacia donde nos desvía….. es un problema muy serio
- ¿Tú crees que los colombianos nos estén…- ¡De repente
son los de las FARC! ¿Pero y la brújula?- ¿No podemos orientarnos con la brújula?
Miguel los miraba con angustia y esperanza a la vez -
- ¿Te refieres al compás magnético? ¡Nooo, peor todavía! ¿Has visto que a lo lejos
hay rayos? ¡Ese es el peligro! - Miguel abría los ojos cada vez más, atento a lo
que su interlocutor decía – Las descargas eléctricas hacen que el compás gire sin
control, no es nada confiable, pero no te preocupes, Eco Bravo tiene bastante experiencia
y seguro que está tomando las precauciones ¡Ojalá salgamos pronto, no nos vayamos
a perder, tú sabes que de noche es más difícil! – Miguel no esperó más, los nervios
lo dominaban - ¿A perder? Dios mío ¿Adonde iremos a parar? ¡Y de noche todavía!
Si nos perdemos ¿Cómo nos van a encontrar?
No pudo contenerse más y por
tercera vez se dirigió a la cabina de pilotos.
Ese día, 29 de junio de 1974, el helicóptero MI-8 FAP 678 tenía
programado un hacer el vuelo Iquitos – Teniente López – Iquitos, vuelo que inició
avanzada la mañana, casi al medio día; el viaje de ida fue tranquilo, con buen tiempo
aunque se veían, dispersos, algunos cúmulos que horas más tarde seguramente se convertirían
en lluvia, condición muy poco frecuente en esa época del año.
Faltaban apenas
unos minutos cuando avistaron el campamento, las blancas cabinas , perfectamente
alineadas, decían del orden imperante en Teniente López, parecía un pequeño pueblo,
un pedacito de civilización en medio del verde mar que era la selva circundante;
a poca distancia, pero apartado, a orillas del río Corrientes, se veía el viejo
campamento desde el cual habían operado los pequeños helicópteros 47G durante la
fase de exploración sísmica, ahora ocupado por la plantilla de obreros; en la banda
opuesta, cruzando el río, el modesto campamento militar que llevaba el nombre de
un oficial que se batió heroicamente combatiendo contra fuerzas ecuatorianas durante
el conflicto de 1941 y que, aunque mantuvo la posición, fue finalmente abatido.
El MI-8 se aproximó lentamente a la plataforma de aterrizaje, como siempre se
levantó un poco de polvo y, también como siempre, tres o cuatro maletines de mano
salieron rodando como pelotas ¿Es que la gente nunca iba a aprender? Dejaban sus
maletines al borde de la plataforma para estar listos para embarcarse y esas eran
las consecuencias, allá ellos. Julito, el Jefe de Campamento, se acercó, subió al
helicóptero, conversó brevemente con los pilotos y unos minutos después los tres
se dirigieron al casino comedor. Era ya más de la una y media.
"Estábamos programados el técnico Jorge Kong, y yo para volar
en el Twin 212 matricula 644 que operaba con base en Teniente López, en la mañana
había volado solamente un par de horas en toda la mañana y estaba hasta aburrido,
porque si no vuelas ¿Qué haces en esas horas? Nada, aburrirte y nada más, todo el
mundo está trabajando ¿Y entonces? Como para matar el tiempo almorzamos temprano,
por no decir tempranísimo, a las doce en punto que es la hora en que empiezan a
atender el almuerzo, luego nos fuimos a la estación de radio a conversar un rato;
la estación se encontraba dentro de una espaciosa habitación de paredes metálicas,
con aire acondicionado, y esta a su vez dentro de un hangar también de paredes metálicas;
por la amplia ventana vimos a Julio Recharte dirigiéndose al lugar donde nos encontrábamos;
mayor retirado, era el Jefe de Campamento y lo llamábamos “Julito” , no sólo por
ser da poca estatura sino principalmente por su don de gentes, siempre afable y
sonriente nos trataba con deferencia casi paternal, a veces parecía que sufría cuando
nos pedía que hagamos algún vuelo difícil o demasiado incómodo , como el que me
había solicitado; mientras lo veía venir le pregunté a mi mecánico
- Chino, ahí viene Julito, seguro para hacernos recordar el vuelo de las tres ¿Te
contaron el incidente de la rata.... y la del hielo?
- No, no ¿Qué pasó?
- ¿Has visto los postes verticales
que hay a la entrada de cada cabina? Ahí donde ponemos las botas de jebe para no
embarrar el piso; bueno, él mismo nos contó que hace como quince días salió de madrugada
de la cabina, y al ponerse la bota notó que le quedaba apretada y no conseguía calzársela
del todo, así que se la quitó y de pronto salió “volando” una rata, casi se muere
del susto y nosotros de risa.
Yo había estado siguiendo los reportes de los
vuelos de mis compañeros, uno estaba por los pozos Capahuari, otro estaba cruzando
entre Piuntza y Putuime y me sorprendió un poco escuchar que el MI-8, procedente
de Iquitos, reportaba estar a quince minutos de Teniente López ¿A esa hora, casi
la una y media? Me llamó la atención porque sabía que el piloto era Eco Bravo, quien
solía volar temprano y quedarse un buen rato en la base de operaciones y conversar
con pilotos y mecánicos, de todas maneras no era tan extraño porque la compañía
tenía sus prioridades y a veces nos pedían hacer vuelos medio raros, como el que
me había solicitado Julio, que entró a la estación, conversamos cinco minutos y
se fue a la plataforma a recibir al MI-8. El vuelito de marras que me habían endosado
consistía en que a las tres de la tarde debía trasladar, en carga externa, una caseta
dormitorio de Andoas, en el río Pastaza, a un nuevo campamento en el río Huasaga;
como a otros pilotos, a mi tampoco me atraía la perspectiva de trasladar ese tipo
de carga, el vuelo se hacía incómodo, lento y tedioso, la carga ofrece mucha resistencia
y se bambolea permanentemente y uno no ve las horas de llegar, especialmente si
el tramo es tan largo como el que me tocaba hacer ¿No se hubiera podido hacer más
temprano? No señor, tenía que ser a las tres porque habían calculado que a la hora
que yo llegara recién estarían listos para ubicar la caseta en el lugar que le correspondía
en el nuevo campamento, y eso lo hacían con el helicóptero como grúa. Paciencia.
Por esa razón Julito fue a palabrearme un rato.
Eso me hace recordar el episodio
aquel en que un obrero, en circunstancias similares y, seguramente para protegerse
del sol, después de almorzar se metió en una cabina que había que transportar, se
quedó dormido y se despertó por el ruido del helicóptero al ubicarse este sobre
la cabina para enganchar el estrobo y llevarla a su nuevo destino; según contó después,
él pensó que estaban reubicando la cabina empleando el helicóptero pues en ese nuevo
campamento aun no contaban con grúa, cuando se percató de la real situación la cabina
ya estaba moviéndose y no pudo ponerse de pie para bajarse, de modo que decidió
quedarse echado sobre el piso y rogar que no fueran a soltar la carga a medio camino;
el hecho es que después de casi una hora de vuelo, y zangoloteo, en cuanto pusieron
la cabina en tierra el obrero abrió la puerta y salió corriendo erráticamente, despavorido,
tropezándose y cayéndose no se sabe cuantas veces porque estaba completamente mareado
por el movimiento, hasta que sus compañeros lo sujetaron; nos reímos mucho por ese
incidente, pero no quisiera verme en su pellejo.
A la hora indicada partimos
de Teniente López con el helicóptero abastecido con combustible suficiente para
llegar a Andoas, enganchar la caseta y continuar al destino programado; cuando llegamos
a Andoas la carga no estaba lista aun, así que no me quedó más remedio que esperar.
Por fin, unos minutos después de las cuatro enganchamos la carga y decolamos hacia
el Huasaga, para el tiempo que tomaría el ida y vuelta la hora era ya un poco avanzada
y tal vez me excedería unos minutos en la hora de aterrizaje en Teniente López,
pero eso no sería problema, serían apenas unos diez o quince minutos pasada la hora
de puesta de sol y habría luz más que suficiente “
Pasadas las cuatro de la tarde partimos de Teniente López y emprendimos
el retorno a Iquitos en el MI-8, mi copiloto era “Calin”, piloto de caza y compañero
de promoción, conocido por su buen humor y además muy amigo mío; todo hacía suponer
que el vuelo sería tan ameno como otras veces, apenas un ida y vuelta, fácil, conversando
de temas comunes haciéndonos las acostumbradas bromas y pensando qué hacer al regresar
a Iquitos.
La ruta presentaba numerosas nubes de lluvia, algo muy poco usual
para la época y aunque algunas ya estaban descargando eran perfectamente visibles,
de manera que se podrían evitar sin problema; habíamos salido oportunamente y seguramente
tendríamos que atravesar algo de lluvia y algo de turbulencia nos tocaría, pero
con certeza no con la fuerza que podrían tener más tarde, además el MI – 8 es un
helicóptero bastante estable para volar instrumentos. No había problema.
Todo se desarrollaba normalmente, dentro de lo rutinario, Calìn tenia los mandos
y yo me había quitado los audífonos cuando lo vi voltear hacia mí haciéndome una
seña para que me los ponga, por su expresión comprendí que algo había sucedido
- ¡¡¡ 678, López; 678 López!!! - la voz sonaba alterada,
alarmada. No
presagiaba nada bueno, me puse en alerta.
- Adelante López, este es el 678
- ¡¡¡ Eco Bravo,
se ha caído un helicóptero!!! – reportó la torre de control
Todos los radios
enmudecieron expectantes a las órdenes que se impartieran, pusimos rumbo de retorno
a Teniente López mientras que a lo lejos, ominosa, se elevaba una negra columna
de humo. Pedí información de detalle y la respuesta, que nos llegó de inmediato,
nos dejó helados, el Twin 212 número 644 había reportado la emergencia cerca al
Pastaza; el piloto era Mario, hermano de otro compañero de promoción; con Calìn
simplemente nos miramos en silencio sin atrevernos a decir lo que ambos pensábamos
- ¿Qué vamos a hacer? - Preguntó Calin
- Vamos a bajar gente para tratar de sacarlos, este helicóptero tiene winche eléctrico
de rescate; ojala tengamos suerte, la hora no nos ayuda, nos queda poco tiempo de
luz.
- Eco Bravo - reconocí de inmediato la voz
que me llamaba - aquí Charlie Charlie - su voz se notaba tranquila -
Estoy en el
lugar del accidente, la
situación parece mala, no se ve muy bien, el helicóptero
está invertido y quemándose, hay mucho humo.
-
Charlie
Charlie - le respondí - estoy en aproximación a Teniente López quédate en el sitio
haciendo posta con otro “fierro” ¿Ves algo más? – No quise preguntar directamente
por la tripulación, que era lo que más nos preocupaba, temiendo escuchar lo
que parecía lo más probable; tras unos segundos de silencio, recibí la respuesta
- Eco Bravo, hay mucho humo, veo dos bultos cerca de
la cabina....pero no veo señales de vida…. hay mucho humo…. no estoy seguro
- 678, recibido, dejo la frecuencia – Volví a la frecuencia
radial del campamento para dar las órdenes del caso – López, que se prepare el médico,
dos operadores con sus con motosierras, que sean experimentados y dos mecánicos
y que me esperen listos en el punto de recarga, los vamos a bajar con el winche.
Mi plan era bajar al médico para que les administre los primeros auxilios a
la tripulación, si es que estaban con vida y, si su estado de salud lo permitía,
izarlos antes que caiga la noche; la hora corría inexorable acortándose el tiempo
disponible de luz diurna, sabia que el único helicóptero que podía hacer la extracción
era el MI-8 que yo estaba tripulando por ser el único equipado con winche de salvataje,
los otros helicópteros no contaban con este equipo y si tuvieran que hacer un rescate
tendríamos que hacerlo con soga, a pulso, si había soga apropiada disponible y si
la altura de los árboles lo permitía; en medio de todo fue una afortunada coincidencia
que demoráramos la salida y estuviéramos cerca en el momento del accidente. Ya veríamos
cómo se presenten las cosas.
Al llegar a Teniente López hicimos descender
a los pasajeros que se habían embarcado para ir a Iquitos y recargamos de combustible
al helicóptero a su máxima capacidad, embarcamos al personal designado, pero…
- ¿Y el médico? – pregunté airado - ¿Por qué no está
aquí como ordené?
- Lo han llamado por el radio
portátil pero no aparece, lo están buscando....
- ¿Lo han mandado buscar? ¡Tráiganlo como sea! ¡Que venga rápido, tengo que irme
inmediatamente, antes que me falte luz!
El tiempo era vital, el sol estaba
cayendo y cuanto más nos demoráramos en llegar al lugar del accidente menos tiempo
de luz tendría para intentar el rescate, pero la ausencia del médico cambiaba todo
radicalmente y había que tomar una decisión
-
¡El
enfermero, que suba de una vez, con su material! ¡¡Cierra la puerta, nos vamos!!
- No podía esperar más - ¿Dónde diablos estará el médico? Cuando regrese me va a
oír
Decolamos rápidamente y enrumbamos a máxima velocidad al lugar del accidente,
la columna de humo, visible a muchos kilómetros, nos servia de guía exacta; en el
trayecto continué dándole vueltas a mi plan ¿Había sido la mejor decisión no esperar
a que apareciera el médico? Esperar podría significar perder la oportunidad de rescatar
a los accidentados, pero por otro lado llegar sin la ayuda médica necesaria podía
hacer inútil nuestra presencia y esfuerzo; casi a mitad del vuelo el segundo mecánico
me comunicó que acababan de percatarse que faltaba el asiento que se emplea en los
rescates con winche -¡Por los clavos! ¿Y ahora? ¡Siempre falta medio para un sol!
- No había mucho que pensar, continuaríamos y utilizaríamos un aro del mismo cable
para bajar al enfermero y que les proporcione ayuda y, de ser posible, izar a los
accidentados, esto obligaría a que se coloquen el cable por debajo de los brazos,
bajo las axilas .Pero el cable es de acero y muy delgado ¿Y si tenían las costillas
rotas? Imposible izarlos así. Concluí en que la mejor oportunidad de los accidentados
era que llegáramos con luz y tiempo suficientes para bajar al enfermero e izar a
los tres... si su condición lo permitía, de no ser posible tendrían que pasar la
noche en el monte. No había más.
Cuando llegué al Pastaza observé la orilla
para ubicar un punto de aterrizaje lo más cercano al lugar del accidente pero que
no había lugar para aterrizar, era indispensable recatarlos con el winche y tenía
que aprovechar los escasos minutos de luz que me quedaban o tendrían que pasar la
noche en donde estaban y como estaban ¿Y entonces? Sin un lugar cercano para aterrizar
y dejar una cuadrilla de rescate, que no estaba prevista; el movimiento se tendría
que hacer por río y llegar hasta ellos por tierra a través de la selva, eso tomaría
muchas horas, tal vez toda la noche y lo más probable era que tan grande esfuerzo
fuera inútil al no contar con la ayuda de un médico al que podríamos llevar recién
al día siguiente a primera hora.
Al llegar al lugar del accidente dimos un
par de vueltas para evaluar la situación ¡Estaban vivos, qué alivio! La situación
ya no parecía tan desesperada, uno de los tripulantes accidentados, en el que me
pareció reconocer al piloto, estaba de pié y nos hacía señas con los brazos, mientras
el otro permanecía sentado, parecía estar cogiéndose el brazo, pero no estaba seguro
¿Estarían en condiciones de ser izados? Los árboles eran enormes, la humareda había
disminuido considerablemente y ya no era problema, aun así la operación tomaría
su tiempo, por un momento pensé que el cable no alcanzaría pero no había opción,
teníamos que tratar de sacarlos cuanto antes pues ya empezaba a oscurecer, si bien
sobre los árboles la luz todavía era suficiente, en la parte baja, entre los árboles,
el ambiente ya estaba azulado.
Si la hora nos ganaba las consecuencias eran
imprevisibles, pasar una noche en la selva es terrible si no se cuenta con los medios
de protección adecuados, la temperatura baja mucho y los zancudos te atacan inmisericordes,
yo sabía que no tenían protección suficiente ni adecuada y que los traumatismos
del accidente los podrían hacer entrar en el shock. Tenían todo en contra, era indispensable
sacarlos.
Empecé por ubicar el mejor ángulo de aproximación y lentamente
nos colocarnos en vuelo estacionario sobre la copa de los árboles, el helicóptero
accidentado había quedado invertido, con la panza hacia arriba y continuaba echando
humo, entonces los vi claramente a los dos, el mecánico estaba sentado sobre un
tronco, cogiéndose una mano envuelta en un trapo ensangrentado y Mario, el piloto,
en overol anaranjado, con profusas manchas de sangre, agitaba los brazos; me desentendí
de ellos y me concentré en la maniobra que estaba haciendo “
“Nuestro decolaje en el 644 fue normal, poco a poco fuimos tomando
altura con la caseta bamboleándose continuamente, cruzamos el Pastaza y proseguimos
el ascenso por unos minutos más; no habíamos alcanzado todavía la altura requerida
cuando de pronto sentí que la nariz del helicóptero empezaba a girar rápidamente
a la derecha, presioné el pedal para contrarrestar el movimiento pero este se hundió
como si estuviera desconectado sin conseguir ningún resultado, de inmediato solté
la caseta y mientras la nariz seguía girando sin control reporté desesperadamente
- ¡¡644 EMERGENCIA......... EN EL PASTAZAAA....!!
Mientras girábamos sin control, descendiendo en un arco cerrado y acercandonos a los árboles, pensaba ¿En cual de estos nos estamparemos? ¿El fierro se quedará
enganchado en alguno? ¿Caeremos hasta el suelo? ¿Qué será mejor... o peor? Pero
cuando vi el lugar donde yo calculaba que chocaríamos comprendí que sólo quedaba
confiar en Dios, los árboles eran muy altos, algunos tenían las ramas superiores
peladas, con apenas unas ramas delgadas, pero otros eran frondosos y muy verdes,
supongo que serían de especies diferentes, el suelo casi no se veía porque en partes
las enredaderas iban de un árbol a otro formando como una red, pero en otra parte
habían plantas pequeñas, arbustos, que dejaban ver la tierra. Parece mentira cómo
en unos segundos pude ver todos esos detalles, pero así fue.
No puedo precisar
con exactitud cómo fue el primer impacto, pero lo que es cierto es que entramos
entre dos árboles frondosos, enormes, no porque yo hubiera tratado de hacerlo, porque
ya no tenía ningún control sobre el helicóptero, sino.... porque así fue. No fue
uno sino muchos golpes que se sucedieron uno tras otro, primero escuché las palas
chocando y luego, sin solución de continuidad, sentí más que escuché la serie de
golpes que concluyeron cuando el helicóptero llegó abajo; no sé porqué, en el último
instante antes del impacto, miré al “chino” Kong y vi que estaba con casco mientras
que yo, por negligente, había dejado el mío en el hangar. Como un rayo me vino a
la mente la idea de que eso sería mi perdición; zarandeado brutalmente ni siquiera
puedo decir que vi que salieron ramas u hojas volando porque todo se me hizo oscuro
y de pronto ya estábamos abajo.
No sé si los motores siguieron funcionando
pero, instintivamente, traté de cortar el combustible con los aceleradores mientras
un líquido caliente me corría por cara y cuello, reaccioné al escuchar los gritos
del “chino” Kong - ¡Salga mi teniente, salga que esto se incendia! - Traté de abrir
la hebilla de los arneses pero no pude, no sé porqué, entonces el “chino” la abrió
de un tirón y yo caí de cabeza sobre el techo porque estábamos invertidos, atontado
empecé a salir por el parabrisas, que estaba roto, cuando sentí que un pie se me
había trabado en algo, nuevamente el “chino” me ayudó, no habíamos podido alejarnos
ni diez metros cuando sentimos un empujón, al tiempo que escuchamos la explosión
y el helicóptero quedaba envuelto en llamas.
Pasado el susto inicial empezamos
a revisarnos, de varios cortes que me había hecho en la cabeza caían unos hilos
de sangren, pero además la espalda y el hombro estaban manchados de rojo pero no
tenía fracturas ni heridas visibles, entonces recordé el líquido caliente que había
sentido caer sobre el hombro y caí en cuenta que era ... fluido hidráulico; en cambio
el “chino” tenía en el canto de la mano un profundo tajo que parecía una horrible
boca, de bordes amarillentos, lo único que pude hacer, sin botiquín de primeros
auxilios, fue tomar mi pañuelo y, sin mucho éxito, hacerle un torniquete para tratar
que cese la hemorragia; creo que ese corte se lo hizo al ayudarme a salir por el
parabrisas roto. Vaya a él mi agradecimiento.
No sé cuanto tiempo pasó,
creo que no más de diez minutos, cuando escuché el sonido característico de las
palas de un twin y que, a juzgar por lo que escuchamos venía a todo lo que daba
la máquina, entonces supimos que la ayuda estaba en camino, que era cuestión de
tiempo; el helicóptero se elevó, hizo un giro y empezó a orbitar, supongo que para
tratar de ubicarnos pero no podíamos hacernos ver por el denso humo del incendio
que nos obligaba a mantenernos alejados y fuera de la vista, luego llegó otro y
otro más, tres en total dando vueltas, pero arriba, impotentes para ayudarnos, mientras
nosotros estábamos en tierra ¿Qué hacer? Yo me temía que tendríamos que pasar la
noche donde nos encontrábamos ¿Quién nos iba a ayudar a esa hora? ¿Y estos qué hacen
mirándonos, en lugar de ir a buscar una carpa o lo que sea para pasar la noche?
De noche hace mucho frío, aquí abajo ya está un poco oscuro y los zancudos ya nos
están atacando, no tenemos ni agua ni comida ni cómo hacer siquiera una fogata,
seguro que están pensando en algo para ayudarnos. ¿Las moscas ya habrán puesto sus
huevos en nuestras heridas? No quisiera llenarme de gusanos Esperaremos, no hay
más. Paciencia, paciencia ¡Paciencia pero apúrense que aquí se está oscureciendo
muy rápido !
Después de un buen rato, más de la cinco de la tarde, creímos
escuchar los motores de un MI-8 al que vimos por unos segundos porque estaba bastante
bajo y a poca velocidad, luego, a poco, lo escuchamos nítidamente y, como para que
no nos queden dudas, vimos los árboles moverse violentamente mientras se acercaba
en vuelo lento sobre las copas hasta detenerse sobre nuestras cabezas, su presencia
me dio confianza en que nos rescatarían, aunque no sabía cómo.”
“Una vez que alcancé la posición deseada, y con el helicóptero
estabilizado, iniciamos el descenso del cable, poco a poco, pero era demasiado lento
y temía que el tiempo me ganara, sólo me quedaba meterme entre las copas, mi intención
era que con la fuerza del aire que el rotor principal lanza hacia abajo, abrir las
ramas para descender lo más posible ¿Cuánto? ¡Lo más posible!. Le pedí a uno de
los helicópteros que se ubicara en posición de noventa grados con respecto al mío
para que me vigile la distancia de la cola a las ramas, y a otro para que desde
arriba hiciera lo mismo respecto al rotor principal, chocar el rotor podía causar
una catástrofe; tenía que confiar en “mis ojos externos”, su silencio significaba
que estaba en buena posición, al menos eso esperaba, el único que hablaría, eventualmente,
sería el operador del winche. Poco a poco fuimos descendiendo, las ramas parecían
resistirse cada vez más, pero cada vez estábamos más abajo, esos minutos se hicieron
larguísimos, no podía apresurarme, había que hacerlo con mucha calma, con precisión
y atento al movimiento de los árboles; atrás, desde la puerta de la cabina, el operador
del winche trataba de comunicarse por señas con los accidentados, hasta que escuché
el funcionamiento del motor eléctrico”.
“Pensé que me estaban trayendo alguna
clase de ayuda para pasar la noche y que por eso los otros helicópteros se habían
quedado, aunque no sabía para qué, eso me hizo recordar un documental en el que
un chico, armado con una carabina mata a un pájaro de una bandada que se había posado
en un árbol y que, al caer abatido uno de sus miembros, se precipitan a las ramas
más bajas dando de chillidos sin poder hacer nada, así estaban ellos, cosas que
a uno se le ocurren; desde la puerta del helicóptero el mecánico empezó a hacernos
gestos y a señalar el winche y supuse que me indicaba que iban a bajar a alguien, o algo, no estaba seguro de lo que quería decirme porque estaban muy altos y no
podía ver bien, pero cuando observé el gesto de colgarse del winche entendí el mensaje:
bajarían el winche para izarnos y quería saber si habíamos comprendido. ¡Claro que
habíamos comprendido, si no bajaba nadie era que querían sacarnos!
El cable
empezó a bajar, pero lo hacía tan lentamente que estuve seguro que no alcanzaría
la hora para sacarnos a los dos, yo veía que arriba todavía había bastante sol,
pero abajo entre los árboles ya estaba entre dos luces, de un color azulado, entonces
vi que uno de los helicópteros Twin se ponía a la cuadra del MI-8 y otro se colocaba
algo atrás pero más alto, permaneciendo ambos en sus posiciones, sin moverse, por
lo que supuse que estarían cumpliendo alguna orden que no alcanzaba a comprender
¿El MI está tratando de bajar más aun? ¡Pero si ya está metido entre los árboles!
Sí, estaba bajando, y bajó bastante.
El winche se demoró una eternidad en
bajar y cuando llegó vi que terminaba en un aro hecho con el cable del winche, asegurado
para que no se cierre ¿Y con eso pensaban sacarnos? ¡Qué diablos, la cosa era salir
de allí! El aro tenia amplitud suficiente para pasar los brazos, pero yo preferí
colocarme en posición de sentado, hice la señal para que me suban y empezó la tortura,
el cable se me incrustaba en la piel, empecé a girar y girar, cada vez más rápido
y a cada vuelta me parecía que más se me incrustaba el cable en la carne, me dolía
mucho pero apretando los dientes aguanté sabiendo que estaba subiendo y eso era
lo importante, temía que el cable se me corriera hacia las corvas ¿Y entonces, tendría
fuerzas para mantenerme colgado? Hasta que al fin llegué a la puerta donde “Julito”
Recharte me cogió del cuello y de un tirón me metió a la cabina, me tendí en un
asiento a esperar que me pase el mareo y el dolor en las posaderas y a que suban
al mecánico”
“Metro a metro el winche fue bajando, no sé cuanto tiempo demoró,
pero fue mucho, hasta que el operador me avisó que ya había llegado abajo y que
el piloto se estaba acomodando para ser izado, un momento después escuché nueva
mente el motor eléctrico, haciendo pausas; apenas si miré de reojo atento a mantener
el helicóptero lo más quieto posible mientras subían al piloto, pero lo vi girando
bastante rápido; escuché unas voces y ¡Ya estaba a bordo el piloto! Mientras bajaban
el winche para izar al mecánico, el tiempo que tomó se me hizo larguísimo y durante
el cual yo pensaba, sentía, que algo no andaba bien. Había un árbol adelante y en
diagonal a mi derecha que se balanceaba adelante y atrás, luchando contra la fuerza
del aire lanzado por las palas, ese movimiento constante jalaba mi atención y por
un momento hasta me dio la sensación de que era el helicóptero el que se movía acercándose
a los árboles, inmediatamente me fijé otro punto de referencia y encargué a Calìn
la vigilancia del bendito árbol, bastante tenia yo con mantener el helicóptero estable.
Uno de los helicópteros de apoyo tuvo que retirarse por bajo nivel de combustible,
sólo tenía que mantener la posición unos minutos más. Calma, todo está bien, ya
falta poco; empezamos a izar al mecánico, lo miré de reojo y vi que aunque también
giraba sobre si mismo, lo hacía bastante más lento que anteriormente. ¿Por qué más
lento? ¿Qué está pasando? Hay algo que está mal, pero ¿Qué puede ser? Tengo combustible
suficiente, los instrumentos no indican nada anormal, algo está sucediendo, no sé
qué es pero lo siento ¿Qué puede ser? No sabiendo qué preguntar me dirigí a mi copiloto,
sin mucha esperanza, por si él había notado algo
- Calin ¿Todo bien, los instrumentos?
-
Todo normal,
estoy atento ¿Las palas? - me pregunté sin convicción; algo no está bien
¿Qué es,
Dios Santo? ¿Será solo mi imaginación? Calma, pensé, ya falta poco, sólo cálmate
- Estamos a regular distancia de las ramas, solo mantente
como hasta ahora - me dijo Calin, estaba tan tenso que su voz me sorprendió pero
también me dio algo de tranquilidad.
Mi preocupación seguía en aumento ¿Qué
está pasando, qué es lo que me inquieta? Preocupado, inmerso en mis pensamientos
repasaba los pasos pen dientes; de pronto, como una luz, comprendí lo que estaba
sucediendo, sentí que se me erizaban los pelos de la nuca ¡El cable era de entorchado
simple, como una soga, y tenía ya poca torsión, por eso era que ya giraba lentamente!
Eso significaba que pronto dejaría de actuar como un todo y cada filamento recibiría
la carga individualmente, con menos resistencia por supuesto. ¿Resistiría lo suficiente
para completar el rescate del mecánico? Guardé silencio, no había nada que pudiéramos
hacer más que confiar en que el cable resistiría.
- ¿A qué altura está, cuánto falta para llegar arriba? - Traté de que mi voz sonara
calmada, pero no sé si lo conseguí
- ¡Faltan como
diez metros todavía! - La voz del mecánico me pareció algo chillona, o tal vez fue
sólo mi imaginación.
- ¡Tranquilo! ¡Sólo cántame
cuánto falta, no te detengas hasta que llegue
-
Faltan ocho metros....siete......seis......
El operador iba cantando la distancia
entre el rescatado y el helicóptero, metro a metro, hasta que llegó a bordo al fin;
el segundo helicóptero de apoyo también tuvo que retirarse, afortunadamente ya nos
había proporcionado toda la ayuda necesaria.
Empezamos a salir del agujero
que habíamos formado con la fuerza del aire que lanzaba el helicóptero, nos encontrábamos
bastante por debajo del nivel de la copa de los árboles así que había que subir
lentamente, los enormes troncos, empujados hacia afuera como las paredes de un embudo,
tendían a regresar a su posición original balanceándose amenazadoramente; poco a
poco, lentamente, fuimos ascendiendo procurando que los árboles se cerraran paulatinamente
y que no tomaran mucho impulso y se acercaran a las palas. Libres ya de obstáculos
y de la tensión del momento pasado enrumbamos a Teniente López; a lo lejos se podía
percibir que el clima había desmejorado, pero eso era secundario, lo importante
era que ya teníamos a bordo a nuestros dos camaradas y, a juzgar por su aspecto,
se encontraban en buenas condiciones a pesar del grave accidente que habían sufrido.”
“La subida del winche fue lentísima, preocupado por mi copiloto el “Chino” me
pareció incluso hasta más lento que cuando me subieron a mi, yo había tenido que
utilizar ambas manos para sujetarme y las piernas me habían dolido mucho, y me seguían
doliendo por haber tenido tanto rato todo mi peso apoyado sobre el delgado cable
y dando vueltas ¿Cómo se las arreglaría con una mano seriamente herida? Miré por
una de las ventanillas y me quedé sorprendido, el “Chino” también giraba pero mucho
más lentamente que cuando yo subí, estaba muy bien equilibrado, cogido con una sola
mano y además sonriente como si estuviera de paseo; cuando estuvo a bordo nos sentamos
lado a lado, en silencio Ya estábamos afuera, solo nos quedaba esperar.
Nos
habíamos salvado de buena, salimos casi ilesos del accidente, nuestros compañeros
acudieron al instante en nuestra ayuda, no nos dejaron solos ni un segundo, el MI-
8 nos habían sacado del monte con las justas, cuando ya la luz del día se iba y
hasta metiéndose entre los árboles y ya estábamos rumbo a Teniente López ¡Qué importaba
el resto, estábamos salvados! ”
“En cuanto aterrizamos se llevaron a la
enfermería a los dos evacuados para que el médico los examine, mientras tanto los
tripulantes del MI-8 nos dedicamos a preparar el vuelo a Iquitos, recargamos combustible,
revisamos las cartas de navegación para hacer el seguimiento del vuelo, verificamos
luces de cabina y de aterrizaje, linternas, etc. No había obscurecido del todo,
a lo lejos se escuchaba esporádicamente uno que otro trueno. y aunque estábamos
entre dos luces pudimos ver que el médico se acercaba caminando rápidamente con
cara de preocupación”.
“Apenas aterrizamos nos quisieron poner en unas camillas,
a mí hasta risa me dio porque después de tenernos colgados como cecina al sol, ahora
¿Nos querían llevar en camilla? Rechazamos el intento y nos trasladamos a la enfermaría
por nuestro propio pie, parecía que todo el campamento en pleno se había congregado
pues la gente se arremolinaba para ver a los heridos, o sea nosotros, agradezco
el interés pero creo que era pura morbosidad, o simple curiosidad, de todas maneras
se quedaron fuera de la enfermería; el doctor, empezó por examinarme a mí en primer
lugar, mi uniforme era un escándalo de sangre y fluido hidráulico, parecía que la
cosa era grave pero en realidad era por la sangre que me había brotado de los cortes
en la cabeza; luego examinó al “Chino” Kong y de pronto, cuando parecía estar terminando
el examen se marchó sin decir ni pío, nos quedamos intrigados esperando a que regrese
¿Por qué se había ido así, había detectado algo grave y no nos lo quería decir?
“
“Alarmado por su expresión, y al ver que venía solo, supuse que
alguno de los heridos había sufrido alguna lesión grave pero, sobreponiéndome a
mi ansiedad, esperé a que fuera médico quien hablara primero
- Flaco ¿Crees que debemos evacuarlos ahora? Ya es de noche
Me quedé atónito
¿Por qué me preguntaba a mí si debíamos evacuarlos?
- No sé pues doctor, tú eres el que tiene que decidir eso, no yo ¿Cómo los encuentras,
están delicados?
- Buenoo….. no, no es nada serio,
Mario Saona tiene varios cortes en la cabeza y está un poco golpeado y Kong tiene
un corte en la mano, algo aparatoso pero nada serio
- De todas maneras es mejor llevarlos a Iquitos que quedarnos aquí, allá hay hospital
y además querrán irse a Lima a ver a la familia.... yo ya estoy listo, no perdamos
tiempo ¡Vámonos de una vez!
Tras unos segundos de silencio - Flaco... pero...
de noche....
- MIGUEL......! Tú preocúpate de los
muchachos ¡ESA es tu responsabilidad! ¡El vuelo es asunto mío! - El doctor dio media
vuelta y se fue, más cabizbajo que cuando se había acercado; diez minutos después
estábamos arrancando motores.”
“Recién cuando regresamos al MI-8 para embarcarnos
con destino a Iquitos tuve la oportunidad de saludar a Eco Bravo y Calìn Baluarte
que, coincidentemente, eran compañeros de promoción de mi hermano Juan; Calìn,
como de costumbre, nos hizo un par de bromas antes de partir. Un rato
después
decolamos hacia Iquitos acompañados por Miguel, el médico al que no le gustaba
volar, y menos de noche. Después del accidente todo estuvo de nuestra parte,
gracias a Dios”
Habíamos volado algo más de una hora y era ya noche cerrada,
estábamos en plena travesía con algo de lluvia y turbulencia moderada, cuando, sin
previo aviso, por segunda vez se abrió la puerta de la cabina de pasajeros, era
Miguel, el médico, con rostro de preocupación y nerviosa sonrisa
- “Hola doctor ¿Otra vez por aquí? – le dije calmado - ¡Mejor anda atrás, siéntate
y amárrate!
- Sólo venía a avisarte que los muchachos
están bien – me dijo Miguelito - tú no te preocupes, tú vuela tranquilo nomás -
¡Vaya! Pensé ¿A qué venía eso? Me reí para mis adentros, se notaba su “preocupación”
Antes de que tuviera tiempo de contestarle nos sorprendió una regular turbulencia
acompañada de fuerte lluvia; el doctor volvió volando a su sitio, pero de paso se
ganó su buen golpe en la cabeza, lo que no fue impedimento para que cinco minutos
después regrese nuevamente, por tercera vez y visiblemente “preocupado” porque ya
llevábamos un buen rato de lluvia intensa, aunque por el tiempo de vuelo, y la información
de las condiciones en Iquitos, yo estaba seguro que era la última lluvia que cruzaríamos,
un poquito más fuerte que las anteriores, como para despedirnos, pero nada fuera
de lo común.
Estábamos comentando con Calín la suerte que habíamos tenido,
el día había sido intenso, habíamos estado en los límites pero todo había salido
bien, y ahora ya estábamos por concluir; el vuelo, en términos generales había sido
tranquilo y ya estábamos próximos a llegar, habíamos tenido algo de lluvia y un
poco de “baile” pero nada más y Calín en ese momento me decía - No me digas que
no has “quemado” cuando nos metimos entre los árboles – estaba por contestarle cuando
se abrió la puerta de la cabina y apareció …….Miguel
- Flaco ¿Todo está bien? ¿Ya vamos a llegar? - Como no le contesté Miguel insistió
- Flaco ¿El tiempo de Iquitos está bueno? ¿No está lloviendo, no? - Continué en
silencio, mirando mi tablero de instrumentos y contando mentalmente no sé hasta
cuanto para conservar la calma pero “Miguelito” volvió a insistir
- ¿Flaco, no hay problema para aterrizar, no?
-
¡¡CAR…..
MIGUEL, ANDA A TU ASIENTO, AMÁRRATE Y NO VUELVAS A ENTRAR A LA CABINA!! - Creo que
no le gustó mi tono de voz porque no volvió a regresar - ¿Qué te parece Calín? Este
gordo de miércoles es un “quemón” (nervioso, temeroso); ya vamos a llegar y sigue
fregando ¿Por qué estará tan nervioso?
Apenas un par de minutos después estábamos
volando con visibilidad Ilimitada y cielo estrellado; no sé por qué tanta preocupación
si el vuelo había sido de lo más tranquilo, algo de lluvia y nada más, y además
faltaban apenas quince minutos para llegar”.
“En la cabina de pasajeros sentimos
el cambio de las condiciones de vuelo, ya no se escuchaba el golpeteo de la lluvia
en el fuselaje y el helicóptero volaba como una seda, la azulada luz del techo creaba
una atmósfera especial y los tres nos quedamos sin hablar, miré mi overol de vuelos,
era color naranja pero con las manchas de la sangre y líquido hidráulico que me
habían caído parecía camuflado, el Chino Kong, siempre sonriente, sujetaba su brazo
para mantener en alto su mano vendada y Miguel, después del teatro que le hicimos
y del cuento que le metimos acerca del radio compás y la lluvia y los rayos, por
fin estaba sentado, cariacontecido y amarrado, aunque no sé si tranquilo, sentí
algo de remordimiento por haberle exagerado la situación pero supongo que ya me
habrá disculpado.
Los tres nos quedamos callados, creo que pensando en lo
mismo. Habíamos tenido un día especial, muchas emociones encontradas difícil de
traducir en palabras, atrás quedaban el susto de la emergencia, la angustia de no
saber si podrían rescatarnos, el dolor del cable clavándose en mis carnes, la sangre
manando de la herida de la mano lacerada, el mal tiempo, la lluvia.
Fue
entonces que Eco Bravo me llamó a la cabina para avisarme que un avión Hércules
del Grupo 8 nos esperaba en Iquitos para llevarnos a Lima. A través del parabrisas
del MI-8 pude ver, a lo lejos, en la límpida noche, las luces de Iquitos; ya estábamos
rumbo a la familia ¿Qué importaba el resto?
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