Anécdotas Aeronáuticas
Ernesto Miguel Burga Ortiz
Apenas sonó el despertador tiró las cobijas a un lado; pero
ese día hacía frío, lo que no era una excepción en esa época del año, así que
casi con la misma velocidad volvió a cubrirse; arrebujada, se quedó pensando
unos minutos en las cosas que tenía que hacer esa mañana. Lo primero bañarse
y lavarse la cabeza, un desayuno ligero, preparar el pastel que sé que les gusta,
comprar las flores y gaseosas, bocaditos, y... eso lo compro de paso a la peluquería,
recoger mi vestido de la lavandería y... ¡¡Dios mío, cómo se pasa la hora!!
Se sentó y tomó una revista, entre varias que estaban sobre la mesa,
y se puso a hojearla; los minutos transcurrían y “su” peluquera no terminaba
con la cliente que estaba atendiendo, sus ojos estaban en la revista pero su
mente estaba en otra parte.
- ¿A qué hora me va a atender esta mujer?
Creerá que no tengo nada que hacer.
¿Les gustará el pastel? Ya lo han
probado antes; bueno, ya no voy a cambiar de menú. ¡El pan! ¡Casi me olvido
del pan! ¿Cuántos compraré? después se queda y… ¿Es que no va a terminar esta
muchacha? Ya son más de las diez; se quedó sola con sus pensamientos ¿Cuántas
veces ella y las mellizas se habían quedado con los crespos hechos? ¡Hasta en
navidad! ¡¡Si casi no estuvo para el nacimiento de las chicas!!
Llegó
el viernes y fue la primera vez, y la única, que lo vi llegar de noche, en su
MI-8 del que tanto habla, cuando bajó, con Hugo, le vi tal expresión de desconcierto
que casi hasta risa me dio, y es que no teníamos costumbre de que yo lo espere
al retorno de sus vuelos, luego me contaría que se quedó sorprendido y preocupado
al verme a contraluz en la puerta del hangar, supongo que no fue para menos
porque yo estaba próxima a dar a luz y tenía una barriga enorme; pero la verdadera
sorpresa la tuvo en el trayecto de regreso a casa cuando le conté que el médico
me había confirmado que ¡Eran dos criaturas, y no una como suponíamos!
Eso fue el viernes en la noche y las mellizas se antojaron en llegar el
domingo en la noche, ahí sí que nos vimos en figuritas, todo lo habíamos comprado
para una y ahora había que compartir entre las dos, pero bueno, eso fue hace
ya cinco años y hoy no tengo cabeza para nada. Anoche lo vi medio preocupado,
a la hora que se fue ¿Qué es lo que me dijo? ¿Que cuide a las mellizas? ¡Qué
raro! Me parece que fue eso lo que me dijo, o algo así, no estoy segura. No
sé, se fue tan temprano que casi ni lo he sentido salir. Creo que no ¿O sí?
No sé, cuando venga le voy a preguntar:
- Señora, la busca un señor
-Sumida
en sus pensamientos se sobresaltó con la voz de la peluquera-
- ¿Qué...
a mí?
- Sí, señora, dice que es su cuñado
- ¿Quién dice que es?
- Dice que es su cuñado
Se levantó del sillón y se miró al espejo
haciendo un mohín de disgusto, no conocía a nadie a la que le quedaran bien
los ruleros y a ella tampoco -¿Cómo voy a salir así?- Se puso un pañuelo sobre
la cabeza y miró por la rendija de la puerta, apenas entreabierta, para ver
quién era… sí, era su cuñado; este loco lindo, siempre nos da alguna sorpresa,
pero ¿A quién se le ocurre venir tan temprano a saludarla? ¡Y a la peluquería!
¡Pero si lo he invitado a comer esta noche! Se acercó para saludarlo -tiene
una cara rara, pensó- ¿O me parece?
De pronto se dio cuenta de que algo
no andaba bien, la expresión de su cuñado no era la más alegre, y ¿Venir a buscarla
a la peluquería? ¿A esa hora? ¿Cómo supo dónde estaba? ¿Por qué la había ido
a buscar? ...Sintió un escalofrío.
- ¿Qué ha pasado? ¡¡ Dime!! ¿Se ha…?
- Sí... en la madrugada...
Súbitamente se sintió vacía, todos
los ruidos desaparecieron, todo era silencio, veía que su cuñado le hablaba
pero no lo escuchaba, no sentía emoción alguna, ni angustia, ni miedo, sólo
silencio; pensó en sus hijas ¿Qué estarían haciendo a esa hora? ¿Jugando en
el colegio? Eran tan chiquitas ¿Qué les diría? Entonces recordó, como si estuviera
sucediendo en ese momento…
Una vez más lo vio en lo que era ya una rutina,
abrir y cerrar cajones del closet, sacar y acomodar la ropa para el día siguiente;
luego, sin decir palabra cogió su maletín de vuelos y se sentó a leer un manual
¿Estaba preocupado, o le parecía? No le preguntó directamente por el motivo,
porque sabía la respuesta.
- Noo, te parece, no es nada -pero no se quedó
tranquila.
- ¿Vas a volar? Le preguntó, como si no fuera obvio que así
era
- Si, temprano; es una ida y vuelta nomás, no te preocupes
- No vayas a venir tarde, mira que vienen a comer tus hermanos y tu compadre
Coco
- Si, si…ya sé, no te preocupes te digo, vendré temprano - se puso
de pie y la abrazó estrechamente, algo completamente inusual en él, de ordinario
tan parco y tan poco dado a las expresiones de cariño
La habitación estaba
en penumbra, la cortina entreabierta dejaba pasar un rayo de la mortecina luz
del alumbrado público; ella, de costado, sintió que le pasaba un brazo y que
la estrechaba contra él; se acurrucó en su pecho buscando el calor de su cuerpo
pero al cabo de unos segundos sintió que la besaba en la frente y que se levantaba
sigilosamente.
Era de noche todavía ¿No es muy temprano? Con los ojos
cerrados escuchó que entraba en el baño, sintió sus movimientos al vestirse
en silencio; lo sintió caminar con pasos quedos y dirigirse al dormitorio de
sus hijas mellizas deteniéndose en la puerta, le pareció que se demoraba bastante
más que otras veces, luego bajó al primer piso; qué raro - pensó - él nunca
hace eso de detenerse mucho rato.
Escuchó arrancar el motor del auto
y un par de minutos después el sonido se fue alejando hasta perderse y se quedó
profundamente dormida...
La orden llegó inopinadamente - Que el Comandante del escuadrón
se presente al coronel, de inmediato- ¿Y eso? Seguramente habría que hacer una
operación urgente, alguna evacuación o algo así, seguro.
- Ordene, mi
coronel - El mayor esperó en silencio
- Constitúyase al Comando de Operaciones
Navales; hay que cumplir una misión con la Marina, así que haga las coordinaciones
necesarias y me informa; allá le darán los detalles.
Una hora y media
después estuvo de regreso, listo para informar los detalles acerca de la operación
que solicitaba la Marina.
- ¿Y, cómo le fue?
- Mi coronel, no
se puede hacer lo que piden, así que les he manifestado que la decisión acerca
de la operación la daría mi comando.
- A ver, explíqueme por qué no se
puede hacer esa operación
- Mi coronel, lo que sucede es que pretenden
que desde el helicóptero salten cuatro hombres rana, esta noche; el salto de
esta gente debe hacerse a mínima velocidad y a mínima altura
-
Siga - dijo secamente el coronel
- En principio, el ponernos en esas condiciones
significa estar permanentemente bajo la VMC (Velocidad Mínima de Control),
o
sea en el “Triángulo de la Muerte”
- Explíquese - en realidad la explicación
era innecesaria, el coronel, viejo piloto, sabía perfectamente de lo que le
estaba hablando y más parecía querer reflexionar que informarse.
-
Eso
quiere decir que estaremos volando con tan poca velocidad y a tan poca altura
que en caso de emergencia el helicóptero inevitablemente se estrellará -hizo
una pausa y continuó- A esto debemos agregarle, mi coronel, que la superficie
del mar es ondulante y no pareja, el altímetro es barométrico y no tiene la
capacidad de dar una lectura fina de metros más o metros menos ¿cómo saber la
altura real a la que estamos volando? Podríamos estar demasiado bajo con peligro
de impactar en las olas, o demasiado altos para lanzar a los hombres rana con
seguridad, ellos están muy conscientes de la situación y por eso exigen esas
condiciones de baja altura y poca velocidad
El coronel escuchó atentamente
las explicaciones y, sin peguntar más, levantó el teléfono de Comando, marcó
un número y casi inmediatamente le contestaron.
- Mi general, se ha
efectuado las coordinaciones con la Marina y de acuerdo a la evaluación que
hemos efectuado opino que esa operación es demasiado riesgosa, mi recomendación
es que no se haga
- ..................
- Mi general, insisto en
mi recomendación de no hacer esa operación, puede haber un accidente - escuchó
en silencio la respuesta y dio el veredicto
- La operación debe efectuarse
de todas maneras - Con gesto adusto terminó la conversación al dar la última
orden - Nombre usted a la tripulación
A las dos de la mañana, en punto, se reunió la tripulación,
y casi al mismo tiempo llegó el vehículo de la Marina con el personal que participaría
en la operación; cuatro hombres rana, con traje de buceo, y dos con uniforme
de faena; rápidamente entraron en materia, hicieron las pruebas de comunicaciones
con el control de la base, con la torre de control y finalmente con el buque
participante y que sería el que daría la orden para el inicio de la operación.
Terminada esta fase, el piloto procedió a determinar qué lugar ocuparía
cada uno en la cabina, equipada con trece asientos, durante la operación; luego,
les explicó las acciones que deberían tomar en caso de accidente, los procedimientos
y lugares de evacuación en función al lugar que estaban ocupando en el helicóptero.
- Primero quiero que recuerden una cosa, muy importante -indicó el mayor-
en caso de emergencia ¡Conserven la calma! Así evitarán errores que pueden ser
fatales; si caemos al agua, yo ladearé el helicóptero hacia mi lado, el lado
derecho, esto es para que la transmisión se vaya hacia atrás en el momento que
las palas golpeen el agua, por tanto ustedes deben salir por el lado izquierdo;
usted que estará en ese lado, abra y cierre la puerta, dos o tres veces para
que se familiarice, no se olvide que es corrediza.
Pronto llegó el aviso
del buque, cada uno en su sitio como estaba previsto, la torre dio la autorización
respectiva y el helicóptero decoló hacia el noroeste en la noche serena y negra
como la tinta.
Tomó contacto con el control del buque y en algo más de
quince minutos lo tuvo a la vista, las luces resaltaban en la negrura de la
noche; mantuvo 300 pies en el altímetro, algo menos de 100 metros, en patrón
de espera aguardando instrucciones.
Así se mantuvieron algunos minutos
mientras afinaban los rumbos de los tramos del patrón de vuelo, ajustándolos
a los requerimientos del ejercicio; hasta ese momento todo estaba bien, pero
ahí empezó la parte más crítica y peligrosa: descender a unos diez metros del
agua, reducir la velocidad y comunicarse con el buque para recibir las instrucciones
finales para iniciar el ejercicio.
En el buque localizaron al helicóptero
con el radar casi desde que decoló y de inmediato le dieron un vector de aproximación;
desde cubierta vieron a lo lejos la luz roja acercándose, pasó por la popa del
buque y empezó a orbitar; por tres veces hizo lo mismo, en la cuarta oportunidad
vieron que al alejarse perdía altura, luego giró por la izquierda sin que nada
hiciera presagiar lo que vieron, todo parecía desarrollarse como estaba previsto,
se estaba aproximando a altura mínima y de pronto pareció como si se detuviera,
perdió la poca altura que tenía y desapareció.
De inmediato se dio la
alarma, mientras lanzaban la embarcación de rescate en la cubierta y en el puente
trataban de localizar alguna señal de auxilio sin resultado alguno, se los había
tragado las tinieblas ¿Qué había pasado? ¿Habría sobrevivientes?
¡Caray, qué frío tengo! y estos zapatos que pesan una tonelada,
creo que es mejor no mover las piernas ¿O sí? Parece que me va a dar otro calambre
¿Qué hago, muevo las piernas o no? Ya no sé qué es mejor, hace rato tenía tanto
frío que hasta tiritaba, y sin embargo ahora solo siento un frío interior desde
las caderas hacia arriba, la casaca sí que me ayuda pero siento frío también
en la cabeza ¿Dónde estará mi cristina? Idiota, a esta hora vas a estar pensando
en tu cristina ¡Aguanta nomás! Qué risa, acordarse de la cristina, ahora y en
estas circunstancias ¿Por qué idiota? Si la tuviera me la pondría y no tendría
tanto frío en la pelada; pero no la tienes, así que mejor piensa en otra cosa;
sí, es mejor ¿A qué hora vendrán estos inútiles? Nos han visto perfectamente
y no son capaces de venir a recogernos. Seguro que ya están viniendo, tranquilo,
aguanta; bueno, aguanta y espera, espera y aguanta. ¡Qué diablos, ya casi no
siento frío! Qué raro, el último calambre no fue tan doloroso, y más bien fue
corto, como sin fuerza ¿Es una mala señal? No sé, pero las piernas apenas si
las siento. Piensa en otra cosa, aguanta, piensa en otra cosa; a ver, recapitulemos
¿Por qué estás aquí, en esta situación, remojándote como un sapo, qué ha pasado?
Qué extraño, ya no siento frío y tampoco tirito, no sé por qué estos dos muchachos
de la Marina me gritan no sé qué, ahora estoy cómodo, ya no tengo frío y las
piernas ni las siento, creo que hasta podría dormir un poco; sí, eso voy a hacer,
pero este par no deja de hablarme ¿Qué dicen ? Casi ni les entiendo ¿Que ya
están viniendo? ¿Viniendo quién? ¡Que no frieguen, voy a descansar un poco,
el agua ya no está tan fría!
¿Qué estaba diciendo? ¡Cómo friegan estos
dos, no dejan de hablarme! Ah, sí, estaba en que poco a poco fui ajustando los
valores del altímetro y velocímetro, busqué de alinearme con el rumbo requerido
para la corrida final, la vibración del helicóptero me indicaba que estaba ya
entrando en área critica, y fue precisamente ahí donde cometí el error fatal:
al enfrentar al buque traté de hacer un ajuste más preciso del rumbo a seguir,
aparté la mirada de los instrumentos, miré las luces del buque para buscar el
mejor alineamiento y quedé como hipnotizado por unos tres segundos, fue suficiente
para perder el control, había caído en estado de “estupor”, cuando reaccioné
y volví a mirar los instrumentos estaba prácticamente en el agua. Altímetro
“cero pies”, Velocímetro Indicación errática, o sea casi sin velocidad, mientras
todo el helicóptero vibraba intensamente. ¡Te lo dije! Te advertí que ese era
el momento más delicado, te descuidaste y ahora estás remojándote, asustado
y con frío. Bueno ¿Quién no estaría asustado después de esto? Pero ya no tengo
frío, sólo siento laxitud, sigo pensando que dormir aunque sea un poco me hará
sentir mejor, pero este par de “hombres sapos” me tienen cogido de los brazos
y no dejan de hablarme ¿Por qué levantan tanto la voz? ¿Creerán que estoy sordo
porque no les contesto? ¡Hombres sapos! Qué risa, que ni me escuchen decirlo.
Pero qué insistentes son estos. ¿Lo que escucho es un motor? ¿Será que ya vienen
por nosotros? No sé, de repente es cierto que ya vienen, pero que se apuren,
quiero dormir.
- ¡Mayor! ¡Mayor, no cierre los ojos!- el suboficial de
la Marina insistía una y otra vez – ¡Contésteme, no cierre los ojos, contésteme!
- El piloto parpadeó varias veces y se quedó mirando al marino.
- Gracias
técnico, estoy bien, no se preocupe, estoy bien - Hablaba lentamente, con voz
débil, como sin aliento, agotado
Mentalmente agradecí el esfuerzo de
los marinos por mantenerme alerta; ciertamente no era sueño lo que tenía, comprendí
que simplemente mi cuerpo no tenía energía suficiente para compensar el frío
y que estaba perdiendo la batalla; preferí regresar a los detalles del accidente,
tal vez eso me ayudaría a superar el trance, tal vez...
Instantáneamente
comprendí que estábamos perdidos y que el accidente era inminente e inevitable,
apliqué máxima potencia para disminuir la velocidad de descenso y atenuar el
impacto y traté de poner el helicóptero lo más cerca de la posición horizontal;
para tomar velocidad hubiera sido necesario bajar la nariz del helicóptero,
pero con ello sólo conseguiría capotar o encabuzarme, lo que hubiera sido peor;
logré mantener el helicóptero nivelado, de manera que el impacto fue de panza,
plano y casi sin movimiento de traslación; el golpe no fue muy violento y por
unos segundos se mantuvieron encendidas las luces del tablero de instrumentos,
lo que me permitió ver que mi copiloto estaba ileso y desamarrándose y que las
dos grandes puertas posteriores estaban abiertas casi completamente.
- ¿Por dónde salimos? - preguntó a gritos un marino que estaba en el lado derecho,
seguramente temeroso de ser golpeado por las palas del rotor principal, y recordando
las instrucciones que previamente les habían dado de salir sólo por el lado
izquierdo.
- ¡¡Por tu lado nomás!! - le contesté, igualmente a gritos,
mientras me soltaba las amarras, mi copiloto estaba también soltándose los arneses
y le dije lo mismo - ¡Sal por tu puerta! y me desentendí de ellos porque vi
un bulto en el piso de la cabina, detrás de nosotros, que supuse era una persona
¿Quién? No sabía; en ese momento el agua llegó a la altura de la batería y todo
quedó en tinieblas.
Aun cuando ya estábamos hundiéndonos decidí asegurarme
que no fuera uno de los pasajeros o ayudarlo en caso que lo fuera y, en lugar
de abandonar el helicóptero por la puerta individual del piloto me dirigí hacia
atrás pasando entre los asientos de piloto y copiloto, hacia donde creí haber
visto el bulto.
Yo estaba de pie, encorvado y con el agua ya a media
canilla en medio de la oscuridad más absoluta, tanteando para acercarme al presunto
caído, cuando alguien me empujó violentamente para abandonar el helicóptero,
caí de espaldas entre los asientos delanteros, medio despatarrado, trataba de
reincorporarme cuando sentí que el helicóptero se hundía de nariz. No pude llegar
al bulto que había visto. Cosa extraña, no sé por qué me vino a la mente la
imagen de una tortuga patas arriba intentando, inútilmente, darse vuelta.
El agua me cubrió completamente y por un instante pensé que ese era el final;
conserva la calma, ubícate, has buceado muchas veces cuando hacías caza submarina,
ubícate, es lo más importante, me dije a mi mismo; a tientas me eché de bruces
tratando de pegarme al piso, me arrastré hasta la puerta evitando flotar para
no pegarme al techo, me cogí del borde y me impulsé fuertemente para alejarme
de los restos, pero algo me retuvo con fuerza del hombro izquierdo .
Se me heló la sangre ¿Qué podía ser? ¿El chaleco se había enganchado en algo?
Mi mente era un torbellino, mentalmente recorrí la cabina tratando de determinar
la posible causa pero no encontraba explicación ¿Era la casaca? Ya estaba bajo
el agua y pensé que el fuselaje me arrastraría con él, empezaba a faltarme el
aire y sabía que no tendría suficiente resistencia para soltar las amarras del
chaleco salvavidas colocado sobre la casaca de vuelos, abrir el cierre de la
casaca, quitármela y salir a la superficie ¿Moriría ahogado?
Como muchos
de nosotros, sentía mucho temor de morir quemado o ahogado, traté de zafarme
dando un par de brazadas pero no conseguí nada, volví a aferrarme al borde del
piso y tiré con todas mis fuerzas, con las fuerzas que te da el miedo y la desesperación
de sentir que te está faltando el aire, y esta vez sentí que algo se rompía
y quedé libre; con el poco aliento que me quedaba di unas brazadas buceando
desesperado tratando de alejarme lo más posible, hasta no poder más, recién
entonces tiré de las perillas y el chaleco salvavidas me sacó a flote rápidamente.
Boqueando y tosiendo me tomé unos segundos para tomar aire; ya más tranquilo
me tanteé el hombro y descubrí que la presilla de los galones estaba abierta;
gracias a Dios esa casaca tenía presillas con broche y no cosidas. Inmediatamente
llamé a voces para reunir al personal y me percaté que faltaban mi copiloto
y un marino ¿Qué había pasado con mi copiloto? Yo lo vi antes que se apagaran
las luces y estaba ileso, incluso me preguntó por dónde salir y le respondí
que por su puerta ¿Y el marino? ¿Sería el bulto que vi y al cual no pude llegar?
¿Cómo fue la conversación con el “Peludo”? Yo mismo le he dado instrucción,
éramos bastante afines, si le pedí que viniera conmigo como copiloto fue porque
confiaba en él, disciplinado, estudioso, decidido, de buen criterio, íntegro
¡Y ahora esto! Ayer nomás estábamos conversando de lo enamorado que estaba de
su “Colorada”, hasta me otorgó el privilegio de pedir mi opinión acerca del
matrimonio y yo, siempre “quejándome” de las oportunidades que nos quita el
cumplimiento de las misiones.
- Así es esta chamba “Peludo”, exigente,
egoísta, apenas si reconocida por nuestros colegas de otra especialidad, y no
te digo nada de la superioridad, figúrate que...,
Pero no, no fue eso
lo que conversamos anoche
- “Peludo”, esta noche hay que cumplir una
misión clasificada, con los marinos
- Muy bien, mi mayor ¿qué hay que
hacer? - me miró con atención, como siempre, esperando las órdenes
-
Hay que volar a baja altura, a muy poca velocidad para que unos hombres rana
se lancen desde el “fierro”
- Me parece que es una misión
peliaguda, poca altura, poca velocidad y de noche ¡Está fregado eso, mi
mayor! -me miró
interrogativamente- ¿Quién la va a hacer?
- ¿Tú qué crees? - le dije
sin entusiasmo
- ¿Usted? - era obvio que preguntaba sólo por formulismo
- Claro, yo voy a ir, pero quiero saber si quieres ser mi copiloto, es una
consulta, no un nombramiento, siéntete libre de aceptar o no
-
Mi mayor,
si va usted yo voy ¿Qué tenemos que hacer? - Conociéndolo, no esperaba menos
de él, ninguna duda, ninguna vacilación, confianza plena ¡Y ahora esto!
El bote, falúa o no sé qué , se dirigió en la dirección por donde habían
visto desaparecer el helicóptero, calcularon más o menos la distancia y de rato
en rato reducían la potencia del motor para tratar de escuchar alguna llamada
de auxilio que los orientase, pero por más que aguzaban el oído solo escuchaban
el golpeteo de las olas en los costados de madera; por fin empezó a amanecer
y la niebla estaba casi pegada a la superficie, de manera que no se podía ver
a mucha distancia, avanzaban a media velocidad escudriñando cada cresta, cada
sima que tenían al alcance de la vista. De pronto uno de los tripulantes señaló
con el brazo extendido -¡Allá, a babor están haciendo señas!- Todos miraron
expectantes hacia los náufragos cuyas cabezas apenas visibles se confundían
con el oscuro mar.
- ¡Los heridos primero, con cuidado! - Ordenó el oficial
al mando
- Estamos bien, señor -contestó uno de los marinos accidentados-
pero tenemos dos desaparecidos y el piloto está muy afectado por el frío, casi
no reacciona - mientras los oficiales hablaban, los tripulantes de la embarcación
de rescate ayudaban a subir a los accidentados, el primero fue el piloto, casi
exánime, que tuvo que ser cargado en vilo.
Vaya, por fin aparecen estos
haraganes, cuando ya está amaneciendo ¿Ya se habrá levantado la “Gorda”? Ni
de broma, es muy temprano todavía ¿Ya le habrán avisado? No creo ¿Qué dicen
estos haraganes? No frieguen, súbanme a su bote y ya vámonos. Caramba, tengo
las piernas como si fueran de trapo, casi ni las siento ¿y ahora, cómo subo?
El helicóptero aterrizó en la cubierta del buque, rápidamente embarcaron
los dos aviadores supervivientes y de inmediato partió con rumbo al hospital;
su llegada, como siempre, causó revuelo.
- ¿Qué ha pasado? ¡¡ Dime!!
¿Se ha... accidentado? -Su cuñado pareció recuperar la voz-
- Si, en
la madrugada, pero no tiene nada, no te asustes
- ¿A qué hora, dónde?
Si no me ha dicho nada que iba a volar de noche…
- Creo que como a las
cuatro, frente a Ventanilla
- ¿En el mar? ¿Cómo así, qué ha pasado?
¿Dónde está? ¿Ya lo encontraron?
- Tranquilízate, ya lo rescataron y
está en el hospital, pero no tiene nada
- ¿No tiene nada y está en el
hospital?
Regresó al salón de peinados, apuró a la peluquera para que
la ayudara a quitarse los ruleros. Y partieron en el auto de su cuñado hacia
el colegio de sus hijas.
Permanecieron en silencio todo el trayecto,
o al menos así le pareció a ella porque no escuchaba lo poco que le hablaba
su cuñado, que a poco se quedó callado al ver que no contestaba; al llegar al
colegio sus hijas ya la estaban esperando, las dos profesoras que las acompañaban
se acercaron y, sin saber qué decir, en silencio, las ayudaron a subir al auto.
El trayecto hasta el hospital le pareció más largo que lo que ella recordaba,
o hubiera querido; cuando llegaron al hospital los estaba aguardando un médico
para acompañarlos, mientras esperaban en silencio la llegada del ascensor ella
seguía sumida en sus pensamientos, a las chicas les había dicho que su papá
estaba en el hospital ¿Pero que no tenía nada? ¿Y si estaba golpeado, hinchado,
herido? Se impresionarían, ojalá me hayan dicho la verdad, al menos sé que está
vivo.
La Jefa de Enfermeras vio al grupo que acababa de salir del ascensor,
por el notable parecido uno de ellos era indudablemente hermano del piloto accidentado
que habían traído hacía un par de horas, las niñas, mellicitas y con uniforme
del colegio se parecían mucho a la mamá que seguramente era la esposa, los acompañaba
un médico del hospital.
- Señorita, cual es la habitación de... -La enfermera,
con gesto amable, se limitó a señalarle la habitación que estaba casi al frente
de la estación.
Esa voz, esos pasitos, son ellas, me alegra que hayan
venido pero a la vez me siento extrañamente triste, el 23 de mayo será siempre
una fecha especial en mi vida, yo estoy en el hospital, sin un rasguño ¿Y tú
“Peludo”, por qué no me hiciste caso? Te ordené que salieras por tu puerta,
estabas ileso como yo, hasta hemos hablado, te he visto claramente, la luz todavía
no se había apagado ¿Qué te pasó? Al marino desaparecido ni lo vi, supongo que
sería ese bulto en la cabina, no sé, pero a ti te vi claramente ¿Inflaste tu
chaleco antes de tiempo, inflaste tu chaleco dentro de la cabina? ¿El chaleco
te pegó al techo y no pudiste salir? ¿Qué pasó, Dios mío, qué pasó? ¿Qué explicación
podré dar a tu novia, a tu familia? No hay explicación válida para los que ahora
lloran tu ausencia; me siento vacío, he tratado de cumplir una misión que sabíamos
era riesgosa, muy riesgosa, y lo advertimos, pero la orden fue esa: La operación
debe cumplirse de todas maneras. Lo siento en el alma amigo mío. Que Dios te
acoja a su diestra.
Al llegar se detuvo brevemente en la puerta; la
habitación se veía fría e impersonal, además de la cama solo había una silla
metálica, una mesita de noche y, sobre ella, una jarra cubierta con una servilleta
y un vaso, ambos de acero inoxidable; él estaba recostado en unos almohadones
y cubierto con las sábanas, semi-sentado, con los ojos cerrados y un poco demacrado
solamente; sintió un ligero mareo y una extraña debilidad, se acercó temblorosa,
sin explicarse por qué y sin saber qué decir dejó que las lágrimas fluyeran
libremente y en silencio cuando él la atrajo hacia sí, la abrazó, la besó levemente
y le murmuró
- Cambia de cara amor, hoy no es día de llorar, es tu cumpleaños.
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